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Lo que ganaríamos en una negociación con el ELN.

Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
Publicado en Semana.com

En agosto se cumplirán cuatro años de la octava y última ronda de negociaciones entre el Gobierno y el ELN. Demasiado tiempo para no intentar de nuevo conseguir lo que pareció imposible durante el mandato del presidente Uribe y su comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo. Ha pasado el tiempo y estamos ante otra coyuntura, interna y externa, ante un nuevo presidente, y por tanto ante una nueva oportunidad. Durante el pasado año, el ELN lanzó nueve comunicados señalando su compromiso para trabajar por una salida política al conflicto, y en lo que llevamos de año, lleva ya cinco comunicados en esta dirección, el último del pasado 16 de mayo. Todo parece indicar que está listo para una negociación, y que sólo le faltaría la formalidad de solicitarla o de que el Gobierno hiciera el gesto de acercarse a su delegado preso en Medellín para ver cómo podrían hacer la cosa. ¿Quién tiene que dar el primer paso?

El Gobierno ha repetido, en boca de su presidente, que espera “gestos” de la guerrilla, y ha dejado entrever que el gesto supremo está relacionado con la liberación de personas privadas de libertad, algo que afecta especialmente a las personas retenidas por las FARC. De hecho, este no es un gran problema para el ELN, que apenas practica el secuestro y que, en todo caso, bien puede prescindir de esta práctica. No sería descabellado, en este sentido, que el ELN declara solemnemente que renuncia a la práctica del secuestro. Una declaración en este sentido, con lo que ello supone de acatamiento al Derecho Internacional Humanitario, le abriría no sólo las puertas a una negociación con el Gobierno nacional, sino que supondría el primer paso para un reconocimiento internacional que permitiría plantear su salida de las listas terroristas de la Unión Europea.

Si, como estoy convencido, el ELN está preparado para abrir una negociación, ¿cuáles serían los pasos esperables tanto del Gobierno como de la guerrilla? Hay en eso una ventaja, y es partir de lo avanzado en el 2007, donde discutieron un “Acuerdo Base” que hay que ver cómo se recupera en buena parte. Antes, no obstante, las dos partes deberían hablar, en un diálogo exploratorio, sobre cómo sería el proceso y cual sería su punto de arranque, con los compromisos previos. En esa reunión exploratoria podrían convenir que iniciarían conversaciones formales antes de terminar el año, por ejemplo, y en un país a determinar. Podrían ponerse de acuerdo también sobre los Países Amigos que acompañarían el proceso y sobre su función. Podrían acordar igualmente un cese al fuego y de hostilidades durante el período de negociaciones formales, concertando el papel verificador de militares de los países amigos o de una comisión de verificación creada a tal efecto. En la fase exploratoria podría concertarse igualmente que en la negociación formal van a tratarse temas sensibles, como la ya mencionada renuncia al secuestro, el reclutamiento de menores o la colocación de minas y su respectivo proceso de desminado.

En cuanto a los compromisos del Gobierno, estaría el de gestionar la retirada de las listas terroristas una vez hecho efectivo el compromiso de no secuestro, el inicio de un alto el fuego al empezarse las negociaciones, el estudio de la situación jurídica de los presos del ELN a fin de producir excarcelaciones, la definición de garantías para los voceros del ELN y la libertad provisional para alguno de ellos, para que pueda cumplir con su papel de intermediario, y permitir la conformación de una comisión preparatoria de la Convención Nacional que reclama el ELN, que ambas partes habrían de definir con mayor precisión.

Toda negociación requiere de unas condiciones, que se pueden resumir en los siguientes aspectos: primero, un cambio de actitudes y posiciones para eliminar la intransigencia; en este sentido, el cese de hostilidades recíproco es la mayor garantía de que se va de buena fe. La segunda condición es el convencimiento de que nadie ganará todo, pero también de que ambas partes ganarán mucho con la negociación; es más, el primer beneficiario será el país, ya que se espera que de esa negociación surja una mejora de la democracia. El tercer elemento es el cambio de las relaciones personales; ahí será importante el factor humano, la capacidad de cercanía y de escucha de los negociadores, no repitiendo malas historias del pasado. La cuarta consideración es el mantenimiento de una comunicación fluida y respetuosa que impida procesos de escalada verbal y amenazas. De nuevo es el talante de las personas lo fundamental, y no hay motivo inicial para sospechar que las partes puedan estar interesadas en abrir un diálogo con malos modales. Más bien intuyo inteligencia y buen hacer de parte de personas como Pablo Beltrán y del delegado del Gobierno. Finalmente, es positivo que se vayan logrando resultados en el proceso y se hagan esfuerzos para no exigir cosas imposibles, como ocurrió en el 2007, cuando el Gobierno pidió la concentración e identificación de los elenos. No hay ninguna necesidad de exigir eso, y hay muchas otras maneras de verificar un alto el fuego. De ahí la importancia de la flexibilidad.

En resumen, pues, creo que la situación está madura para iniciar un nuevo proceso de acercamiento con el ELN, que se traduzca en una negociación formal que dé resultados positivos y traiga un poco de paz para el país. No intentarlo me parecería una torpeza y una falta de visión histórica.

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