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El conflicto kurdo: la deriva del momentum

Ana Villellas Ariño, Investigadora de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
El Corresponsal de Medio Oriente y Africa.

En apenas un año, las expectativas generadas en torno a la resolución de la cuestión kurda en Turquía parecen enterradas. La ambivalencia del Gobierno turco ha dado paso, en la práctica –por acción u omisión–, a la persecución política, judicial, policial y militar de los sectores pro-kurdos, tanto civiles como actores armados. A su vez, las ilusiones iniciales del movimiento pro-kurdo van siendo sustituidas por la frustración y la rabia, optando por intensificar su campaña de protesta, tanto con acciones no violentas como por la vía de las armas. 2010 es un año complicado y a corto plazo será difícil volver a generar momentum para la paz. No obstante, la oportunidad de paz abierta durante 2009 sí ha servido para situar a la cuestión kurda de nuevo en la agenda, abrir la puerta al cuestionamiento de ciertos tabúes en la sociedad turca y sentar ciertas bases y avistar ya obstáculos para un hipotético futuro proceso de paz. En todo caso, a largo plazo podría derivar en una nueva oportunidad perdida, sobre todo si las partes no prevén ya los riesgos y consecuencias de sus estrategias actuales.

El panorama a mitad de 2010 parece desolador, de la mano de acciones o decisiones de todas las partes. Desde el ámbito kurdo, el PKK, que llevaba meses advirtiendo sobre su capacidad de respuesta armada a las acciones del Ejército y a la posición gubernamental, ha puesto fin a la tregua unilateral iniciada en abril de 2009. Si en la práctica la tregua se había diluido ya en 2009, su ruptura formal en junio de 2010 y el incremento de sus ataques armados este año muestra a un PKK dispuesto a hacer amplias demostraciones de fuerza, desgastar al máximo al Gobierno o, incluso, agotar la vía armada antes que permitir otras salidas que no incluyan el reconocimiento directo o indirecto del grupo o de su líder, Abdullah Ocalan. Y en ese sentido, no está de más recordar que el PKK cuenta con miles de combatientes, un amplio apoyo social y jóvenes dispuestos a enrolarse en él, y una gran capacidad de presión y control sobre el sector pro-kurdo. En un intento de presionar al Gobierno, Ocalan ha anunciado su retirada del «proceso» ante la falta de interlocución, dando –al menos aparentemente– más capacidad de decisión al PKK, distanciándose formalmente de este nuevo periodo de violencia, reerigiéndose hacia el Estado turco como actor clave para un hipotético proceso posterior, y en la práctica legitimando ante los suyos el incremento de violencia y la continuación de la guerra.

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