Revista Mundo Negro de Sebastián Ruiz-Cabrera
La crisis ha dejado 1.200 muertos y 10.000 encarcelados.
En abril se cumplirán tres años desde que el presidente burundés, Pierre Nkurunziza, decidiera postularse para una tercera legislatura. La crisis política, económica y social se ha agudizado desde entonces y ahora se enfrenta a un nuevo desafío que puede ser crucial para la estabilidad de los Grandes Lagos: un referéndum en mayo para ampliar su mandato. De noche, Justin presume de rastas cuidadas y de un discurso crítico que seduce a un grupo de chicas que se agolpan a su lado. Rapea y se aprieta una cerveza. Por la mañana luce gorra negra, pajarita, chalequillo y camisa blanca. Sirve uno de los mejores capuchinos al lado del Kigali Convention Centre, en la capital ruandesa. Hace seis años que para salir adelante, tuvo que dejar a su familia en Burundi, el país vecino, que permanece en una crisis política ahuecada y destinada a un futuro cada vez más incierto. «La gente de mi generación nos sentimos estafados. Nos han robado los mejores años de nuestra vida y la opción de soñar con un futuro en el que construir un país mejor», responde este treintañero a través de un mensaje telefónico.
En abril se cumplirán tres años desde que el presidente de Burundi, Pierre Nkurunziza, decidiera postularse para un controvertido tercer mandato. Hubo protestas masivas seguidas de un intento de golpe de Estado en mayo de 2015. A pesar de las afirmaciones de que la medida era inconstitucional, Nkurunziza pasó a disputar y ganar las elecciones en julio de ese año. Le siguieron violentos ataques y asesinatos, miles de personas huyeron a Kigoma, en la frontera tanzana, se cerraron algunos medios de comunicación, y se expulsó a los periodistas extranjeros. Y llegó el silencio.
En respuesta a esta agitación mortal, varias organizaciones internacionales y regionales exigieron que Gobierno y oposición participaran en un diálogo para restablecer la paz. Pero las conversaciones han hecho aguas y la cercanía a la celebración de un referéndum convocado para mayo puede desatar de nuevo un conflicto social en esta pequeña nación de 10 millones de personas. ¿La puntilla? Los donantes internacionales han retirado en gran medida su apoyo.
En abril se cumplirán tres años desde que el presidente burundés, Pierre Nkurunziza, decidiera postularse para una tercera legislatura. La crisis política, económica y social se ha agudizado desde entonces y ahora se enfrenta a un nuevo desafío que puede ser crucial para la estabilidad de los Grandes Lagos: un referéndum en mayo para ampliar su mandato. De noche, Justin presume de rastas cuidadas y de un discurso crítico que seduce a un grupo de chicas que se agolpan a su lado. Rapea y se aprieta una cerveza. Por la mañana luce gorra negra, pajarita, chalequillo y camisa blanca. Sirve uno de los mejores capuchinos al lado del Kigali Convention Centre, en la capital ruandesa. Hace seis años que para salir adelante, tuvo que dejar a su familia en Burundi, el país vecino, que permanece en una crisis política ahuecada y destinada a un futuro cada vez más incierto. «La gente de mi generación nos sentimos estafados. Nos han robado los mejores años de nuestra vida y la opción de soñar con un futuro en el que construir un país mejor», responde este treintañero a través de un mensaje telefónico.
En abril se cumplirán tres años desde que el presidente de Burundi, Pierre Nkurunziza, decidiera postularse para un controvertido tercer mandato. Hubo protestas masivas seguidas de un intento de golpe de Estado en mayo de 2015. A pesar de las afirmaciones de que la medida era inconstitucional, Nkurunziza pasó a disputar y ganar las elecciones en julio de ese año. Le siguieron violentos ataques y asesinatos, miles de personas huyeron a Kigoma, en la frontera tanzana, se cerraron algunos medios de comunicación, y se expulsó a los periodistas extranjeros. Y llegó el silencio.
En respuesta a esta agitación mortal, varias organizaciones internacionales y regionales exigieron que Gobierno y oposición participaran en un diálogo para restablecer la paz. Pero las conversaciones han hecho aguas y la cercanía a la celebración de un referéndum convocado para mayo puede desatar de nuevo un conflicto social en esta pequeña nación de 10 millones de personas. ¿La puntilla? Los donantes internacionales han retirado en gran medida su apoyo.