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La insurgencia y el terrorismo.

Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
Publicado en Semana.com

Muchos países con grupos armados se han encontrado con el dilema de cómo calificarlos cuando dichos grupos realizan actos considerados como terroristas. Puede haber la opción de pasar a denominarlos de forma sistemática como grupos “terroristas”, o bien denominarlos “grupos armados que practican el terrorismo de forma ocasional”, que es más preciso. La opción nunca es gratuita, pues muchas veces va acompañada de una voluntad de demonización de dichos grupos, quitándoles cualquier connotación política. La insurgencia, por su parte, aborrece naturalmente el calificativo, y no acepta que haya sido incluida en las listas de grupos terroristas, en compañía de al-Qaeda o de grupos tan perversos como Abu Sayyaf. Hay medios de comunicación, como la BBC, u organizaciones como Amnistía Internacional, que prefieren no denominar terroristas a los grupos armados de oposición, aunque no ello no obsta para que comunmente pueda entenderse el terrorismo como el uso del terror para coaccionar a personas, grupos, sociedades o gobiernos. Incluye, por tanto, el terrorismo de Estado, como el que Siria practica en estos momentos contra su población. En este sentido, el terrorismo es siempre rechazable, en cualquier circunstancia y lugar.

El Consejo de Seguridad de la ONU, en su Resolución 1566 del 2004, entendió por terrorismo “cualquier acto destinado a matar o lesionar cuando su propósito sea intimidar a una población u obligar a un Gobierno o a una Organización Internacional a realizar una acción o abstenerse de ella”. En el marco del sistema de las Naciones Unidas se han elaborado dieciséis instrumentos internacionales (trece instrumentos y tres enmiendas) contra el terrorismo internacional y referidos a actividades terroristas específicas. A través de la Asamblea General, los Estados Miembros han ido coordinando cada vez más sus actividades de lucha contra el terrorismo y continúan elaborando normas jurídicas. El Consejo de Seguridad también ha desempeñado un papel activo en la lucha contra el terrorismo mediante sus resoluciones y el establecimiento de varios órganos subsidiarios.

Hace cinco años, hable con Javier Solana, entonces alto representante de la Unión Europea para la Seguridad Común, sobre la necesidad de que la UE tuviera un protocolo de salida de las listas terroristas, esto es, un mecanismo de deslistado, para solucionar el problema de que sólo había un sistema de entrada para personas y grupos, pero no de salida. Me pidió una propuesta, y le presenté una que se resume en que un grupo puede salir de las listas terroristas cuando tiene abiertas unas negociaciones de paz, decreta un cese de hostilidades y se compromete a no secuestrar. Tengo que advertir que el secuestro es una práctica que sólo se da en muy pocos países, y que las guerrillas ideológicas de otros países no lo practican como en Colombia. Hoy día, la Unión Europea tiene al menos la obligación de explicar a un grupo o a una persona las razones por las cuales lo ha incluido en la lista terrorista, para darle una oportunidad de defensa jurídica. Y aunque no es fácil, en la actualidad es posible salir de la lista.

¿Se puede negociar con grupos que están clasificados como terroristas? La respuesta es sí. Cuando un Gobierno tiene interés en abrir diálogos o negociaciones con un grupo, lo hace a pesar de que dicho grupo esté en las listas, sean las de EEUU o de la Unión Europea. Colombia tiene dos ejemplos. Las AUC han estado en las listas desde el 2002, pero eso no fue obstáculo para abrir un proceso de paz en años posteriores. El ELN está en las listas desde 2004, pero del 2005 al 2007 abrió negociaciones en Cuba, sin mayor problema. En el mundo hay además múltiples ejemplos de grupos clasificados terroristas que están negociando, como el News People Army de Filipinas, cuyo brazo político (el NDF) tiene abiertas negociaciones con el Gobierno, con la facilitación de Noruega, un país que no está en la Unión Europea, como Suiza, y que por tanto no tiene la restricción de la existencia de las listas. Me interesa señalar este caso porque tiene además algunas similitudes con las FARC. Se trata de una guerrilla histórica, ideológica, grande, y que persigue reformas estructurales. La diferencia con las FARC es que el NPA/NDF se ha vuelto realista y ha logrado reunirse con el Gobierno filipino, habiendo concertado un calendario de negociación muy sugerente: las reformas socio-económicas para el próximo septiembre (pueblos indígenas, reforma urbana, reforma pesquera y de bosques, crecimiento inclusivo, reforma agraria, riesgo ambiental, acceso d alos recursos, política industrial, desarrollo agrícola y protección social), las reformas políticas y constitucionales para febrero próximo, y todo ello con el propósito de logran un fin definitivo de las hostilidades para junio de 2012. Una negociación sustantiva en el plazo de un año. Es un tiempo realista y óptimo, y un ejemplo alternativo al seguido en El Caguán, que podría servir de modelo en un futuro diálogo con las FARC. Será interesante observar cómo les va en estos meses.

Las negociaciones con grupos que están en las listas terroristas son más fáciles cuando tienen interlocutores al alcance de la mano. Eso puede darse por existir líderes en prisión (el ELN tiene un interlocutor en una prisión de Medellín), o por tener personas significativas en el exterior. En la India, se ha dado el caso de que el Gobierno ha dejado en libertad a los líderes de un grupo armado, el ULFA, para que puedan actuar como negociadores. El bien superior de intentar conseguir un acuerdo de paz ha prevalecido sobre cualquier otra consideración. El ya mencionado NDF tiene a sus líderes exiliados en Holanda, por lo que es fácil interlocutar con ellos, aunque la negociaciones se hagan en Oslo. Es más, el Gobierno filipino ha concedido un permiso especial para el negociador principal del NDF para que viajara a Filipinas y visitase a su familia, con plenas garantías de seguridad, y como medida de confianza para facilitar las negociaciones. Incluso con el caso extremo de los talibán afganos, que están en las listas terroristas, el Gobierno afgano ha acogido con satisfacción el ofrecimiento de Turquía de abrir una oficina en su país para una delegación talibán, para así facilitar los diálogos de paz. Pakistán lo ha visto también con buenos ojos. Pongo el ejemplo para plantear la posibilidad (yo creo necesidad) de que la insurgencia colombiana tenga una representación en el exterior, convenida con el Gobierno colombiano y con el visto bueno de Estados Unidos, para así adelantar diálogos exploratorios con mayor facilidad. Evidentemente no se trata de abrir una oficina de “agitación y propaganda”, sino única y exclusivamente con la función de facilitar los diálogos.

La conclusión de estas notas es de que lo importante es la voluntad política de la insurgencia y del Gobierno de ponerse a negociar en serio y de forma realista, para lograr finalmente un acuerdo de paz, con independencia de los calificativos utilizados. Estar en las listas no es un problema para encontrarse en algún lugar. Y si alcanzan un cese de hostilidades y se abandona la práctica del secuestro, pueden ser retirados inmediatamente de las listas terroristas, lo que facilitará que la negociación transcurra mejor y haya mayor libertad de movimientos. Todo eso es posible en Colombia.

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