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Llegó la hora en Euskadi.

Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
Publicado en Público.es

Dos semanas después de su declaración de confirmación del cese de operaciones ofensivas, ETA hizo público un nuevo comunicado, dirigido esta vez a la comunidad internacional en general y a los firmantes de la Declaración de Bruselas en particular, en el que mostraba su disposición a analizar juntos los pasos que se necesitan para lograr una solución democrática al conflicto vasco, “incluidos los compromisos que debe adoptar ETA”. La organización mostró su agradecimiento a los firmantes del texto que se presentó en marzo para solicitarle un alto el fuego permanente y verificable, y del Gobierno español una respuesta adecuada a ello. En la misma línea, ETA afirmaba acto seguido que para que se produzca una superación “definitiva” del conflicto, “la solución debe ser firme inevitablemente, construirse en torno a compromisos multilaterales y desarrollarse a través del diálogo y de la negociación”. ETA valoraba como “muy importante” la aportación internacional. En este sentido, hizo un llamamiento a los agentes e instituciones internacionales “para que impulsen y para que participen en la estructuración de un proceso democrático que dé solución permanente, justa y democrática a un conflicto político de siglos”.

Creo no pecar de ingenuo si afirmo que, definitivamente, hemos entrado en la recta final del proceso que ha de llevar a la desaparición de ETA del escenario político en este país. El último comunicado de la organización –más que el anterior de afirmación que se estaba en un período sin acciones ofensivas– es una declaración de intenciones que llevará a una secuencia de acontecimientos esperanzadores. El sometimiento a la Declaración de Bruselas en la que se pedía un alto el fuego definitivo y verificable significa, ni más ni menos, que ETA ya no utilizará más las armas ni cometerá un atentado. Simplemente se acabó esta trágica y larga etapa. Entramos en un período nuevo en el que ETA busca su pista de aterrizaje para disolverse. No será cosa de un día, evidentemente, pero tampoco tiene que alargarse durante años. La declaración en la que se muestra dispuesta a analizar la situación con los premios Nobel de la Paz que firmaron la Declaración de Bruselas significa que ETA está dispuesta a escuchar un único mensaje: que debe disolverse para el bien de todos y para que la izquierda abertzale pueda hacer política de forma normalizada. Y si está dispuesta a escuchar ese mensaje es porque sabe que ya no tiene otra opción, y lo único que intenta es legitimar y arropar la decisión de terminar. Busca un escenario digno que no le suponga una claudicación ni una derrota. Pero lo importante es que entiende que le llegó la hora.

Una tregua en la realización de atentados no es una cuestión de por sí verificable: se atenta o no se atenta. Si se introduce la variable de la verificación es porque hay un elemento nuevo en el escenario –la entrega de las armas– que sí es algo sujeto a una posible verificación internacional. De nuevo ETA estaría buscando ese escenario para acompañarse de personas honorables que legitimen sus pasos. Es una estrategia comprensible, que le beneficia, pero que nos beneficia igualmente a los demás, porque lo importante es la entrega de las armas. Ello no ocurrirá gratuitamente, sino que irá acompañado de una nueva petición de negociación con el Gobierno, en busca de un intercambio basado en la favorabilidad para sus presos y para el retorno de personas exiliadas. Forma parte del guión inevitable, y será de nuevo en Suiza o Noruega –los países europeos que no están sujetos a las restricciones de las listas antiterroristas de la UE– donde habrá que dialogar, los mismos sitios a los que probablemente habrán de trasladarse los premios Nobel de la Paz para convencer a ETA de su fin.

Hace unos días, 30 organizaciones políticas, sindicales y sociales firmaron el llamado “Acuerdo de Gernika”, en el que demandaban a ETA un alto el fuego permanente, unilateral y verificable, y al Estado la derogación de la Ley de Partidos y el cese de la política carcelaria, entre otras cosas. Fue la escenificación de una izquierda abertzale unida ante un clamor que interpela a ETA para que vaya más allá, y de nuevo la verificación es la señal de que se pide la entrega de las armas lo antes posible. La izquierda abertzale lo necesita, y es el prólogo de los acontecimientos para que Batasuna sea por fin legalizada y pueda actuar en la política institucional. En este escenario próximo, la exigencia de ETA de que se ponga en marcha la mesa de partidos puede perder fuelle si Batasuna es legal y puede aspirar a tener representación, no sólo en las elecciones municipales, sino especialmente en las próximas elecciones autonómicas.

El fracaso de las anteriores negociaciones, después del atentado de Barajas, no tiene por qué repetirse en esta ocasión. Hemos llegado ya demasiado lejos para pensar en una vuelta atrás. Los acontecimientos están marcando una nueva dinámica más consistente en la que el factor negociación será inevitable, y nadie debería escandalizarse por ello. Estamos en otro momento, más prometedor, en el que junto a la necesaria prudencia y a las garantías del caso, habrá que tener el coraje y la inteligencia de actuar de la forma más apropiada para que las cosas salgan bien esta vez. Es factible, dome disco avec toboggan porque definitivamente llegó la hora del abandono de las armas. Sólo hay que hacerlo posible.

Ilustración de Gallardo

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