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Sáhara: el referéndum posible.

Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
Marruecos y el Frente POLISARIO vuelven a sentarse para negociar a partir del 6 de junio, dos meses después de que el secretario general de Naciones Unidas publicara un nuevo informe sobre la situación en Sáhara Occidental. Como en los informes anteriores, el tono es de un profundo pesimismo, aunque con nuevos elementos que invitan a la reflexión, derivados de los últimos acontecimientos en el interior de Marruecos y de las revueltas en los países de la región. En ese contexto de convulsión regional, señala el informe, el Rey de Marruecos Mohammed VI, en un discurso clave dirigido a la nación el 9 de marzo, declaró que el país emprendería una “revisión sustancial de la Constitución” para confirmar un proceso de “regionalización” y democratización, y se sometería la revisión a referendo, incluso en el Sáhara Occidental. Las reformas promoverían también los derechos humanos y ampliarían las libertades individuales y colectivas. El Rey Mohammed VI declaró que el Sáhara Occidental sería la primera “región” en beneficiarse de esas reformas. En los próximos meses, se verá hasta donde llega esa promesa, que puede influir decisivamente en el transcurso de las negociaciones entre Marruecos y el Frente POLISARIO.

Otra novedad que se señala en el informe es la constatación de que en las reuniones de noviembre y diciembre de 2010 hubo la mediación de un funcionario del Departamento Federal de Relaciones Exteriores de Suiza, que introdujo una nueva metodología en las discusiones, con el propósito de romper con las dinámicas viciadas de otras reuniones, convertidas en un auténtico “diálogo de sordos” a causa del estancamiento de las posiciones de cada parte. Habrá que ver en el futuro si esa nueva dinámica da sus frutos.

La sexta reunión oficiosa, y última, se celebró en Malta del 7 al 9 de marzo. Al iniciar esta reunión, el Enviado Personal del secretario general pidió a las delegaciones que reflexionaran sobre las consecuencias que los movimientos de protesta que se extendían por el Oriente Medio y el norte de África tendrían para el proceso de negociación del Sáhara Occidental y sugirió que, para reducir al mínimo los peligros para su propia subregión, sería conveniente que las partes empezaran a negociar seriamente. El problema radica, según el secretario general en que aunque ambas partes hacen hincapié en su decidido empeño en buscar una solución, una total falta de confianza sigue pesando sobre el proceso de negociación y cada parte abriga profundas sospechas acerca de la otra. La tremenda desconfianza entre el Frente POLISARIO y Marruecos es una losa que impide encontrar puntos de acercamiento que permitan avanzar en las negociaciones. Así ha sido históricamente. ¿Cómo pasar de la desconfianza a la colaboración en la búsqueda de una solución, aunque sea transitoria?

Ban Ki-moon ha sugerido que las partes examinen más a fondo sus respectivas propuestas y, en particular, que busquen ámbitos de acuerdo sobre un importante punto de convergencia de sus dos propuestas: la necesidad de obtener la aprobación de la población para cualquier acuerdo. Es instructivo a este respecto que las propuestas de ambas partes prevén, si bien de forma diferente, un referéndum que constituirá un libre ejercicio del derecho a la libre determinación. Desde mi punto de vista, una forma de salir de atolladero sería tomar como punto de partida la propuesta marroquí de autonomía, previamente desarrollada y con garantías de ser aplicada, y ponerla a referéndum. Sabríamos entonces, de una vez, si la población saharaui, la que está en territorio ocupado y la que está refugiada en los campos argelinos, acepta esta fórmula como mal menor, o la rechaza definitivamente. Sería un paso en el ejercicio del derecho de autodeterminación y no excluiría que, en caso de salir un resultado negativo, el Frente POLISARIO continuara exigiendo un segundo referéndum para consultar la independencia, aunque ya se sabe que en estos momentos tanto Marruecos como la mayor parte de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, se oponen a dicha opción.

Un referéndum sobre la autonomía obligaría a Marruecos a acelerar sus planes de descentralización, ayudaría a la democratización general del país, y podría ser un acicate para obtener un régimen de garantías sobre los derechos humanos, porque lo que sería inviable sería una autonomía basada en la represión. Una autonomía de verdad tendría que funcionar con libertad de expresión, con juego democrático para plantear las diferentes opciones políticas, incluidas las independentistas, que ya no podrían ser ocultadas ni reprimidas. Implica, por supuesto, un cambio muy profundo en la manera en cómo Marruecos ha tratado el tema del Sáhara. Pero no tiene más opción. Y de la misma forma que las revueltas del mundo árabe han hecho ver al Rey de Marruecos que debía realizar cambios en profundidad, a riesgo de ver cómo esas revueltas se producirían también en el interior del país, el desafío que plantea el Sáhara es el de encontrar una solución que interese a la población autóctona y a los refugiados. Hay que ofrecerles algo atractivo y serio, un plan que además habrá de encarar elementos de reconciliación, nada fácil después de tantos años de distanciamiento y cultivo del odio. ¿Podría ser este planteamiento aceptable para esta ronda de negociación?

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