Anuario CIDOB, por Pamela Urrutia
Desde la unificación de Yemen del Norte y del Sur hace treinta años, la única república en la península Arábiga ha sido escenario de diversos focos de inestabilidad. Entre ellos un movimiento insurgente liderado por los al-houthistas –que en 2004 inició una rebelión armada en el norte, una creciente actividad secesionista en el sur y la presencia de una filial de al-Qaeda –y más recientemente de Estado Islámico– en el territorio. El país adquirió notoriedad en el 2011, en el marco de las Primaveras Árabes. Yemen se convirtió en el único escenario de transición pactada y albergó un diálogo nacional que fue considerado una referencia interesante en la región por reunir a actores diversos en la búsqueda de soluciones. Las conclusiones del diálogo nacional, sin embargo, no llegaron a implementarse y la transición descarriló. Los al-houthistas aprovecharon la inestabilidad interna para avanzar posiciones desde su feudo en el norte y expulsar al gobierno de Abdo Rabbo Mansour Hadi. Convencida de que los al-houthistas son proxies de Irán, Arabia Saudí decidió intervenir militarmente en apoyo del gobierno depuesto en marzo del 2015. Desde entonces la violencia ha escalado, en el marco de un conflicto caracterizado por la proyección de intereses regionales, con decenas de miles de muertes, y que ha abocado al país a la peor crisis humanitaria que hoy tiene lugar en el mundo.
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