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Entrevista a Iván Navarro. Barcelona Ciutat Refugi. Ayuntamiento de Barcelona

Iván Navarro, Investigador de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
http://ciutatrefugi.barcelona

Iván Navarro Milián es investigador de conflictos armados y construcción de paz en África subsahariana. Forma parte del equipo investigador de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y del Grupo de Estudios Africanos (GEA) de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Además, también es miembro del equipo del blog Africaye.org. El mismo día, 19 de enero, en que se realizó esta entrevista, Gambia estaba a punto de entrar en una guerra civil que habría podido desestabilizar el oeste africano, la región más tranquila del continente. Las elecciones en Gambia derrocaron al presidente Jammeh tras 22 años en el Gobierno, pero este no aceptó los resultados y no quería dejar el puesto. La CEDEAO, el organismo regional del África del Oeste, amenazó con la intervención militar si Jammeh no se marchaba. “Hoy se cumple la fecha” explica Navarro; “ayer se declaró el estado de excepción, el ganador de las elecciones, que se ha de investir hoy, va a ser elegido presidente desde Senegal, y las tropas nigerianas y senegalesas se encuentran en la frontera con Gambia a la espera de entrar o no entrar, a la espera de ver qué pasa. Pues bien, esto no va a salir por la tele. En cualquier otro lugar, si no fuese África, esto sería portada.”

Si África ya es el continente olvidado, ¿el drama de los refugiados subsaharianos lo es todavía más?

El foco de interés de los medios está en Siria, pero nos olvidamos de millones de refugiados que provienen de África subsahariana. El número de corresponsales españoles en la región es ridículo, los medios nunca han hecho un esfuerzo real para cubrir esta zona. Por ejemplo, Xavier Aldekoa, el corresponsal de La Vanguardia, lo es para todo el continente, un solo periodista para toda África.

Existe una creencia perversa que señala el hambre como único motivo de los flujos de refugiados africanos.

Claro que hay hambre, pero porque hay guerras. El desplazamiento forzoso se encuentra en aquellos lugares en los que hay un conflicto armado, salvo casos aislados como el de Eritrea, donde no hay guerra pero sí un régimen autoritario. Son refugiados de guerra.

¿Cuáles son los conflictos más graves actualmente en África?

Los de Sudán del Sur (desde diciembre del 2013), el conflicto de Somalia, los conflictos en Sudán (Darfur y Kordofán del Sur), además de los conflictos en la zona de la República Centroafricana y en la República del Congo. En el oeste ubicamos el conflicto nigeriano, ya no solo los problemas con Boko Haram en el norte, sino también los conflictos en el sur: en el lago Chad, el sur de Níger, el oeste del Chad o el norte de Camerún.

Según el ACNUR, a escala global, en el 2016 había 63,5 millones de desplazados forzosos. Son los datos más elevados desde la Segunda Guerra Mundial.

¿A dónde van los refugiados que no pueden costearse el viaje a Europa?

Y de esos, 40 millones son desplazados internos, es decir, que no salen de sus fronteras. Los que no vienen a Europa se quedan en países de los que, a su vez, también sale gente para salvar su vida. Se invisibiliza a los desplazados, a los que se ven obligados a dejar sus hogares y ni siquiera pueden salir de su país. Además, es mucho más difícil contabilizar a los desplazados que a los refugiados, porque a los refugiados los cuenta el ACNUR, pero a los desplazados, no. Son los propios países los que les dan algo de ayuda, aunque casi siempre es insuficiente; acaban siendo algunas organizaciones las que hacen ese trabajo.
En cuestión de desplazados, los datos más graves nos llevan a Nigeria. De ese país han salido 168.000 personas, básicamente por el conflicto de Boko Haram. El problema es que, a la vez, Nigeria tiene más de dos millones de desplazados internos. De Sudán ha salido más de medio millón de refugiados, de los cuales casi 200.000 están en Sudán del Sur, un país independiente desde el 2011, en guerra civil desde el 2013, del cual han huido cerca de 800.000 personas y que cuenta con más de dos millones de desplazados internos. Un país en esas circunstancias está acogiendo a unos 230.000 refugiados de otros países.

¿Cuánta gente podría estar muriendo por el camino, lejos de su casa?

Es incontable. Además, es perverso que se acabe creando una lógica de refugiados de primera, de segunda, de tercera… Por ejemplo, los refugiados somalíes —que provienen del país que más refugiados genera— llevan unos quince años en Kenia, y de ahí no saldrán, porque no tienen recursos para avanzar. Muchos viven en el mayor campo de refugiados del mundo, el de Dadaab, en Kenia, donde hay medio millón de personas.

Según los datos del ACNUR, actualmente la Unión Europea está acogiendo lo que acogen ya Uganda, Chad y Kenia juntos. Estas cuotas de la Unión Europea resultan ridículas.

El número de refugiados que llega a Europa es mínimo.

Es irrisorio, nueve de cada diez refugiados africanos se quedan en otros países africanos, no emigran a Europa. Según los datos del ACNUR, actualmente la Unión Europea está acogiendo lo que acogen ya Uganda, Chad y Kenia juntos. Estas cuotas de la Unión Europea resultan ridículas. Y las de España, ya son lamentables. De las 17.680 personas que el Gobierno se había comprometido a acoger, a finales del 2016 habíamos acogido a 481 personas. Para las mismas fechas, el conflicto de Sudán del Sur estaba generando una cifra de refugiados de cerca de 5.000 personas al día, que se refugian, sobre todo, en Uganda. Si en España cumpliésemos con el cupo acordado, solo estaríamos acogiendo lo que acoge Uganda en cuatro días. Uganda, un país que está en la cola de los países de desarrollo humano, aunque entre los africanos está en un nivel medio…

Trabajaste seis años en Uganda, ¿cuál es la situación allí?

Sí, del 2005 al 2010. Ahora está más calmado, pero allí el conflicto se remonta a 1986, año en que el Lord’s Resistance Army empezó a actuar. Se trata de un grupo terrorista autodenominado cristiano que busca instaurar los diez mandamientos como constitución política. Su líder, Joseph Kony, se cree que está escondido en Sudán del Sur. Este conflicto, silenciado en los grandes medios —quizá porque son extremistas cristianos—, ha generado miles de desplazados y un montón de niños soldado que han entrado en las filas del LRA, entre ellos, Ongwen, que está siendo juzgado por crímenes de guerra ahora en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Entró como niño secuestrado y ha ido ascendiendo hasta llegar a comandante.

¿Qué causas tienen las guerras en África?

Para explicar los conflictos africanos siempre nos cuentan que las causas tienen que ver con los odios étnicos, el subdesarrollo o el control de los recursos. Por ejemplo, el caso de la República Democrática del Congo. Se explica que es una guerra por el control del coltán o del oro, pero la guerra estalló muchísimo antes de que se descubriese coltán u oro; es una guerra que nace por las injerencias de Ruanda y Uganda, entre otros factores. Estas razones tienen su parte de verdad, pero quedarse con ellas para explicarlo todo tiene un peligro porque se invisibilizan otros factores como el papel de la geopolítica. Luego, también se pierden de vista las historias propias de cada país, las creencias, las necesidades de la población, los agravios comparativos entre regiones.
Desde los espacios de investigación tratamos de deshacer estas narrativas. ¿Cómo se vendió el genocidio en Ruanda? Odio étnico entre hutus y tutsis, porque lo llevan en la sangre… Parece que estemos justificándolo, normalizándolo, porque como son africanos, pues parece normal que se maten entre ellos. Esa lectura es la que justificó la no intervención en el genocidio. Seis meses de violencia y casi un millón de personas asesinadas, la mayoría a machete.

¿Olvidamos la conciencia de clase desde Europa cuando miramos a África?

Actualmente, está habiendo rebeliones en algunas zonas contra gobiernos que llevan años en el poder. En Burkina Faso, hace varios años el pueblo logró parar un golpe de estado. En Sudáfrica o en la República Democrática del Congo están surgiendo movimientos similares al 15-M español, pero que tampoco salen a la luz, a no ser que algún periodista afín logre colar alguna noticia. Le dimos bombo a las primaveras árabes, a los movimientos de protesta europeos… pero cuando pasa lo mismo, años después, en el África subsahariana, no lo vemos.

¿Cuál es el papel de potencias extranjeras como EE. UU., China y Francia?

China está entrando en África de una manera brutal en el ámbito económico, pero poco militarmente. Su primera entrada de tropas fue en Sudán del Sur, cuando estalló la guerra en el 2013, aunque dentro de las tropas de Naciones Unidas. La gran compañía petrolífera que se lleva los contratos es la del Gobierno chino, así que tenían intereses para defender. China tiene previsto construir un oleoducto vía Kenia, ya que la única salida de crudo que tiene Sudán del Sur es a través de Sudán, que les cobra unas tasas por pasar por su territorio. Desde el 2013 la producción ha disminuido muchísimo, lo que ha supuesto una pérdida de ingresos brutal para el Gobierno sursudanés y también para las compañías chinas.
EE. UU., por su parte, tiene una base de operaciones en África, el Africom, operando desde Rota, Alemania y Djibuti, además de otros puntos que oficialmente no son bases.
La participación francesa se centra en Mali y en la República Centroafricana, ambas muy importantes. Cada vez hay una injerencia mayor con la necesidad de contener los movimientos armados yihadistas, que realmente suponen una amenaza importante para los intereses franceses en la zona.

¿Cómo ha influido el yihadismo en los conflictos africanos?

Ya existían grupos fundamentalistas en África desde los noventa, pero no se puede comparar con la actualidad. El yihadismo está presente en el Sahel (Mali, Nigeria, Chad), en Egipto, en el Sinaí, en Somalia y en Libia. Pero para explicar el despunte del yihadismo en África es clave Libia y la caída del régimen de Gadaffi —que en un momento dado fue justificado por la OTAN y los países occidentales como una intervención humanitaria, aunque no tenía tal cariz y nunca lo tuvo—, esa caída de régimen, paradójicamente, ha generado una ola de violencia en toda la zona del Sahel. Si algo hacía Gaddaffi era contener el yihadismo eficazmente. Su caída, abre el melón. Desde entonces, en el norte de Mali se puede encontrar Al-Qaeda del Magreb islámico, el Frente de Liberación de Masina, Al Murabitum, el MUYAO [Movimiento de Unidad para la Yihad en África del Oeste], Ansar ad-Din… todos movimientos yihadistas que no existían hasta la caída de Gaddaffi. En Nigeria, Boko Haram, y, de hecho, el propio Estado Islámico en Libia, prácticamente el único lugar de África donde se encuentran.

Más allá de abrir fronteras y de incidir en las causas de los conflictos, ¿qué otras soluciones podría haber?

Mayor diálogo de igual a igual, lo que no ha pasado ni en Siria ni en Libia. La Unión Africana ha tenido una voz minimizada en los conflictos en los que podrían haber asumido más protagonismo. Las políticas no pueden ser solamente de intervención militar, en la gran mayoría de lugares no ha de ser así. Luego, las políticas de reconstrucción posbélicas las debería apuntalar la Unión Europea u otros organismos. Para que las causas de estos conflictos bélicos no renazcan se debería impulsar el desarrollo, las inversiones, dar voz y participación a los movimientos sociales en sus países, apertura democrática y diálogo.
El problema está en los conflictos, en la generación de estas crisis que se cronifican. La política de la UE ha de ser acoger el mayor número de personas posible y brindarles protección tal y como rigen las leyes internacionales, pero eso no detiene el problema. Si no se solucionan los conflictos en Siria, en Libia, en Sudán del Sur, en Mali… los flujos de refugiados seguirán surgiendo. Hay que atajar de raíz los problemas que causan el desplazamiento forzado de personas, y no lo estamos haciendo. De hecho, muchos gobiernos europeos y estadounidenses han facilitado que muchos de los regímenes dictatoriales africanos se hayan enquistado en el poder y hayan permitido violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Ahora que han estallado, no encuentran manera de pararlas.
El domingo siguiente a la realización de esta entrevista (22 de enero), el telediario de TVE informaba de la salida de Gambia de su expresidente, Jammeh, que finalmente había aceptado el resultado electoral. Fueron menos de 30 segundos de noticia hacia el minuto 23 del informativo.



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