Iván Navarro, Investigador de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
africaye.org
En la mayoría de los discursos que normalmente escuchamos para hacer alusión a las causas de las guerras en el continente africano, dos o tres ideas suelen estar casi siempre presentes para tratar de explicar la conflictividad: las guerras étnicas, las guerras por el acceso y control de los recursos naturales (diamantes, petróleo, coltán, etc.) y las guerras debidas al fracaso del estado y al caos. Una y otra vez, la santísima trinidad identidad-avaricia-mala gobernanza, se repite como un mantra universalmente aceptado, que nos impide entender la complejidad y diversidad de los distintos factores que coexisten en los orígenes, duración e intensidad de las guerras en el continente. Estas tres ideas, bien podría decir Chimamanda Adichie en su famosa conferencia “El peligro de una sola histora”, no es que no existan o no estén presentes, sino que son por si solas incompletas, reduciendo un fenómeno muy complejo, a una historia única.
Bajo estas tres diferentes miradas, los conflictos armados han sido completamente despojados de los fines políticos e ideológicos, para explicar las motivaciones de los actores beligerantes, principalmente, en base a la avaricia económica y a las rivalidades identitarias, lo que ha dado pie a la criminalización de las rebeliones y a la invisibilización de otros muchos factores imprescindibles de entender si queremos comprender. De este modo, es necesario incluir también en la foto, aspectos como la historia y la política, la cultura, las creencias y las necesidades, los factores sociales y la percepción de los actores sobre los agravios padecidos, el impacto de los contextos locales, regionales y trasnacionales, los intereses externos, la agencia. Todos ellos, se vuelven imprescindibles para poder lograr una comprensión más holística de las causas de la violencia política en el continente que ayuden a su resolución. El diagnóstico que realizamos sobre las causas y los problemas de las realidades africanas y sus conflictos armados, acaba por condicionar las “soluciones” que se ofrecen, y debido a ello, si estos diagnósticos son incompletos e insuficientes, las soluciones también lo serán.
El programa de Salvados, El precio de tu móvil, (que desde Africaye saludamos y entendemos como un gran esfuerzo de todas las personas y organizaciones que lo han hecho posible para tratar de visibilizar que pasa en la guerra de la Republica Democrática del Congo y el papel que juega el coltán en ella, haciéndonos a tod@s co-participes de lo que allí sucede) nos permite visibilizar uno de los elementos presente en el conflicto armado congoleño, que sin duda ha ido adquiriendo un mayor protagonismo con el paso del tiempo en las dinámicas propias de la guerra: el papel del coltán. Sin embargo, y como hemos apuntado anteriormente, este por sí sólo, es insuficiente para entender las causas que dieron pie a la guerra, y puede trasmitir la peligrosa idea de juzgar el conflicto armado en términos de guerra étnica motivada por la codicia y la depredación de los recursos naturales a manos de milicias y señores de la guerra. Debido a ello, desde Africaye nos gustaría contribuir –en a medida de las posibilidades que permite el espacio de este post-, a tratar de ahondar en las luces y las sombras de la literatura que ha puesto el foco en explicar las guerras africanas a través del discurso de la codicia y la guerra por los recursos económicos.
La literatura de la codicia
A sabiendas de que el ejercicio puede resultar reduccionista, pero con el ánimo de tratar de exponer brevemente las ideas fundamentales de la literatura de la codicia, podemos resaltar diferentes aspectos que han caracterizado esta tesis que se ha hecho fuerte en el imaginario colectivo sobre la violencia en África:
Origen: En la década de los años noventa –sobre todo a finales- las crisis del África Occidental y África Central (República Democrática del Congo (1998-2003), Liberia (1999-2003), Sierra Leona (1991-2002) o Angola (1998-2002)) y el rol que los recursos naturales (los diamantes y el petróleo principalmente) estaban jugando en ellos, parecían desempeñar un papel excepcional, no sólo en la financiación de la guerra, sino también en la redefinición del objetivo final de las rebeliones. En este marco, emergerá esta literatura, conocida como la “economía política de la guerra”, que centró sus análisis en el estudio de los flujos económicos en las guerras civiles, para explicar cómo las causas de las rebeliones en el continente africano habría que buscarlas en la lucha, el control y el acceso a los recursos naturales.
Tesis principal: Autores como Paul Collier o Anke Hoeffler, vinculados al Banco Mundial, establecían la tesis de que las oportunidades existentes para luchar por los recursos naturales (es decir, la existencia de abundantes recursos como petróleo, diamantes, coltán, madera, tierras, oro, etc.) y la avaricia de los actores, eran los principales motores que explicarían por qué surge y se desarrolla la violencia y el conflicto armado en las sociedades africanas. Se considera que cuando un país posee gran abundancia de recursos naturales, estos tienen un efecto devastador si no existe una buena gobernanza y administración de los mismos. En este modelo económico de determinación de las guerras civiles, los agravios políticos o sociales per se, no son importantes, sino que lo fundamental reside en las oportunidades existentes para saquear y enriquecerse. Los recursos naturales se convierten de este modo en una maldición, la llamada “maldición de los recursos”, cuya sola existencia predispone a un país a la guerra.
Las rebeliones se presentan como meros actos criminales, producto de las oportunidades económicas existentes para obtener ganancias materiales, concibiéndose la violencia como totalmente irracional, barbárica, privatizada, gratuita, y convirtiéndose esta en un fin en sí misma, ejecutada por bandas criminales, milicias, mercenarios o señores de la guerra. Se resalta ante todo el carácter apolítico de las guerras contemporáneas, hallándonos ante conflictos post-ideológicos.
Contexto africano: Esta literatura caló hondo en la explicación de las guerras africanas, no sólo desde el exterior, sino que también al interior del continente, en parte debido a la gran cantidad de recursos naturales presente en la mayoría de los países. Ya en el año 1972, el gran pensador burkinés Joseph Ki-Zerbo, había señalado como los grandes tesoros ocultos en el subsuelo africano, convertían al continente en el nuevo Eldorado. En aquel momento África representaba el 1er productor mundial de manganesio con un 25% de la producción; el 1er productor mundial de cromo, concentrando el continente el 50% del total; el 3er productor de cobre; Zambia y el entonces Zaire (hoy RDCongo) se encontraban a la cabeza en la producción de cinc; el 14% de la producción mundial de estaño se generaba en tres países africanos (Nigeria, Zaire y Ruanda); el 12% de la producción mundial de plomo estaba en el continente; así como el 26% de la producción global de fosfatos; el 70% del cobalto; el 40% del platino; además de contar con reservas importantes de hierro, bauxita (de la que se crea el aluminio), litio, mica, grafito, cuarzo, cadmio, etc. Pero sobre todo, África era el primer productor mundial de oro, concentrando el 80% y de diamantes, con el 75% de la producción mundial. En cuanto al petróleo, cuya producción prácticamente estaba ausente en el continente africano hasta la década 1950, en el año 2010, un tercio de los países africanos eran ya productores de crudo. Hoy en día, Ki-Zerbo habría incluido sin duda, también el coltán.
Principales críticas recibidas
La tesis sobre el carácter depredador de las guerras ha sido muy cuestionada, siendo tachada de reduccionista, especulativa y engañosa, incapaz de captar la compleja realidad de los conflictos africanos y sus variaciones. Estas no tratan de negar la existencia del factor económico en las motivaciones o desarrollo de algunos de los conflictos armados africanos -un hecho que se presenta con frecuencia y claridad- tan solo establecen la necesidad de ir más allá en las interpretaciones de las causas de la violencia, donde la codicia, puede ser o no, uno más de los elementos que han dado inicio a la rebelión. Algunos de sus puntos críticos más destacados son:
Unicausalidad: La tesis de la codicia ha puesto el énfasis en la idea del homo economis, del rational choice, donde los actores son presentados como agentes eminentemente racionales, que buscan el lucro a través de la oportunidad generada, omitiendo entender otros elementos presentes como las necesidades, las creencias o el papel de las identidades. El problema reside fundamentalmente en el carácter exclusivo que se le ha dado a la idea de “codicia” como motor de la violencia, obviando los factores políticos, sociales, culturales, la creación de agravios, los complejos procesos históricos y contemporáneos, el impacto de los contextos endógenos y exógenos que se encuentran en el trasfondo de los actuales conflictos africanos.
Lo verdaderamente importante reside en tratar de comprender la interacción entre la codicia, los agravios, las creencias, las necesidades. En entender la multicausalidad de factores estructurales y coyunturales, y como estos en cada contexto particular se construyen.
Universalidad: No existe una correlación universal entre la existencia de recursos naturales y la mayor predisposición a la violencia. Ni siquiera entre la presencia de recursos y la prolongación e intensidad de la guerra. Tampoco entre la existencia de recursos y la mayor frecuencia de guerras que en lugares que no los tienen. Cada caso es único, posee características propias, intransferibles, por lo que se necesita estudiar de manera aislada para comprender la interacción de los diferentes factores desde donde se proyecta la violencia.
Sobre esta base, esta literatura no explicaría porqué existen países con amplios recursos naturales (Bostwana, por ejemplo) donde la guerra no se ha producido, no existiendo correlaciones evidentes entre la existencia de recursos y la mayor propensión de una sociedad al conflicto violento.
Criminalización: Presenta un modelo de guerra basado en la idea de una actividad criminal, desideologizada, de carácter delictivo y desvinculado de fenómenos sociales, políticos y culturales, que esconde una posición política conservadora que trata de estigmatizar a las rebeliones como meros actos criminales, movidos por los recursos y no por motivaciones de justicia social, lo cual busca negarles toda posibilidad de legitimidad. A su vez, también ha sido criticada por poner excesivo énfasis en las insurgencias como los únicos agentes depredadores, y no así, en el papel del estado o de los agentes externos.
A modo de cierre
Estas aportaciones, lejos de tratar de invalidar la relación entre el vínculo y la importancia que se manifiesta en el caso del Este de la RDCongo y el coltán u otros minerales, han pretendido profundizar un poco más y tratar de delinear la realidad de unas dinámicas complejas que están presentes en la región y en otros muchos contextos africanos, que en muchas ocasiones quedan desdibujadas a través de la mirada única de la narrativa de la avaricia. La conflictividad armada es un fenómeno muy complejo, imposible de explicar en base a miradas unicausales, y menos aún, de tratar de extrapolar estas miradas de forma universal a todos los conflictos. Muchos son los factores y elementos que coexisten en el estallido de la violencia, que se van transformando a medida que la morfología del conflicto evoluciona. La economía de guerra, como tal, es uno más de los diferentes elementos presentes. Necesitamos ampliar la mirada, incluir otros elementos en la fotografía y evitar la construcción de una sola historia.
Más información
Bajo estas tres diferentes miradas, los conflictos armados han sido completamente despojados de los fines políticos e ideológicos, para explicar las motivaciones de los actores beligerantes, principalmente, en base a la avaricia económica y a las rivalidades identitarias, lo que ha dado pie a la criminalización de las rebeliones y a la invisibilización de otros muchos factores imprescindibles de entender si queremos comprender. De este modo, es necesario incluir también en la foto, aspectos como la historia y la política, la cultura, las creencias y las necesidades, los factores sociales y la percepción de los actores sobre los agravios padecidos, el impacto de los contextos locales, regionales y trasnacionales, los intereses externos, la agencia. Todos ellos, se vuelven imprescindibles para poder lograr una comprensión más holística de las causas de la violencia política en el continente que ayuden a su resolución. El diagnóstico que realizamos sobre las causas y los problemas de las realidades africanas y sus conflictos armados, acaba por condicionar las “soluciones” que se ofrecen, y debido a ello, si estos diagnósticos son incompletos e insuficientes, las soluciones también lo serán.
El programa de Salvados, El precio de tu móvil, (que desde Africaye saludamos y entendemos como un gran esfuerzo de todas las personas y organizaciones que lo han hecho posible para tratar de visibilizar que pasa en la guerra de la Republica Democrática del Congo y el papel que juega el coltán en ella, haciéndonos a tod@s co-participes de lo que allí sucede) nos permite visibilizar uno de los elementos presente en el conflicto armado congoleño, que sin duda ha ido adquiriendo un mayor protagonismo con el paso del tiempo en las dinámicas propias de la guerra: el papel del coltán. Sin embargo, y como hemos apuntado anteriormente, este por sí sólo, es insuficiente para entender las causas que dieron pie a la guerra, y puede trasmitir la peligrosa idea de juzgar el conflicto armado en términos de guerra étnica motivada por la codicia y la depredación de los recursos naturales a manos de milicias y señores de la guerra. Debido a ello, desde Africaye nos gustaría contribuir –en a medida de las posibilidades que permite el espacio de este post-, a tratar de ahondar en las luces y las sombras de la literatura que ha puesto el foco en explicar las guerras africanas a través del discurso de la codicia y la guerra por los recursos económicos.
La literatura de la codicia
A sabiendas de que el ejercicio puede resultar reduccionista, pero con el ánimo de tratar de exponer brevemente las ideas fundamentales de la literatura de la codicia, podemos resaltar diferentes aspectos que han caracterizado esta tesis que se ha hecho fuerte en el imaginario colectivo sobre la violencia en África:
Origen: En la década de los años noventa –sobre todo a finales- las crisis del África Occidental y África Central (República Democrática del Congo (1998-2003), Liberia (1999-2003), Sierra Leona (1991-2002) o Angola (1998-2002)) y el rol que los recursos naturales (los diamantes y el petróleo principalmente) estaban jugando en ellos, parecían desempeñar un papel excepcional, no sólo en la financiación de la guerra, sino también en la redefinición del objetivo final de las rebeliones. En este marco, emergerá esta literatura, conocida como la “economía política de la guerra”, que centró sus análisis en el estudio de los flujos económicos en las guerras civiles, para explicar cómo las causas de las rebeliones en el continente africano habría que buscarlas en la lucha, el control y el acceso a los recursos naturales.
Tesis principal: Autores como Paul Collier o Anke Hoeffler, vinculados al Banco Mundial, establecían la tesis de que las oportunidades existentes para luchar por los recursos naturales (es decir, la existencia de abundantes recursos como petróleo, diamantes, coltán, madera, tierras, oro, etc.) y la avaricia de los actores, eran los principales motores que explicarían por qué surge y se desarrolla la violencia y el conflicto armado en las sociedades africanas. Se considera que cuando un país posee gran abundancia de recursos naturales, estos tienen un efecto devastador si no existe una buena gobernanza y administración de los mismos. En este modelo económico de determinación de las guerras civiles, los agravios políticos o sociales per se, no son importantes, sino que lo fundamental reside en las oportunidades existentes para saquear y enriquecerse. Los recursos naturales se convierten de este modo en una maldición, la llamada “maldición de los recursos”, cuya sola existencia predispone a un país a la guerra.
Las rebeliones se presentan como meros actos criminales, producto de las oportunidades económicas existentes para obtener ganancias materiales, concibiéndose la violencia como totalmente irracional, barbárica, privatizada, gratuita, y convirtiéndose esta en un fin en sí misma, ejecutada por bandas criminales, milicias, mercenarios o señores de la guerra. Se resalta ante todo el carácter apolítico de las guerras contemporáneas, hallándonos ante conflictos post-ideológicos.
Contexto africano: Esta literatura caló hondo en la explicación de las guerras africanas, no sólo desde el exterior, sino que también al interior del continente, en parte debido a la gran cantidad de recursos naturales presente en la mayoría de los países. Ya en el año 1972, el gran pensador burkinés Joseph Ki-Zerbo, había señalado como los grandes tesoros ocultos en el subsuelo africano, convertían al continente en el nuevo Eldorado. En aquel momento África representaba el 1er productor mundial de manganesio con un 25% de la producción; el 1er productor mundial de cromo, concentrando el continente el 50% del total; el 3er productor de cobre; Zambia y el entonces Zaire (hoy RDCongo) se encontraban a la cabeza en la producción de cinc; el 14% de la producción mundial de estaño se generaba en tres países africanos (Nigeria, Zaire y Ruanda); el 12% de la producción mundial de plomo estaba en el continente; así como el 26% de la producción global de fosfatos; el 70% del cobalto; el 40% del platino; además de contar con reservas importantes de hierro, bauxita (de la que se crea el aluminio), litio, mica, grafito, cuarzo, cadmio, etc. Pero sobre todo, África era el primer productor mundial de oro, concentrando el 80% y de diamantes, con el 75% de la producción mundial. En cuanto al petróleo, cuya producción prácticamente estaba ausente en el continente africano hasta la década 1950, en el año 2010, un tercio de los países africanos eran ya productores de crudo. Hoy en día, Ki-Zerbo habría incluido sin duda, también el coltán.
Principales críticas recibidas
La tesis sobre el carácter depredador de las guerras ha sido muy cuestionada, siendo tachada de reduccionista, especulativa y engañosa, incapaz de captar la compleja realidad de los conflictos africanos y sus variaciones. Estas no tratan de negar la existencia del factor económico en las motivaciones o desarrollo de algunos de los conflictos armados africanos -un hecho que se presenta con frecuencia y claridad- tan solo establecen la necesidad de ir más allá en las interpretaciones de las causas de la violencia, donde la codicia, puede ser o no, uno más de los elementos que han dado inicio a la rebelión. Algunos de sus puntos críticos más destacados son:
Unicausalidad: La tesis de la codicia ha puesto el énfasis en la idea del homo economis, del rational choice, donde los actores son presentados como agentes eminentemente racionales, que buscan el lucro a través de la oportunidad generada, omitiendo entender otros elementos presentes como las necesidades, las creencias o el papel de las identidades. El problema reside fundamentalmente en el carácter exclusivo que se le ha dado a la idea de “codicia” como motor de la violencia, obviando los factores políticos, sociales, culturales, la creación de agravios, los complejos procesos históricos y contemporáneos, el impacto de los contextos endógenos y exógenos que se encuentran en el trasfondo de los actuales conflictos africanos.
Lo verdaderamente importante reside en tratar de comprender la interacción entre la codicia, los agravios, las creencias, las necesidades. En entender la multicausalidad de factores estructurales y coyunturales, y como estos en cada contexto particular se construyen.
Universalidad: No existe una correlación universal entre la existencia de recursos naturales y la mayor predisposición a la violencia. Ni siquiera entre la presencia de recursos y la prolongación e intensidad de la guerra. Tampoco entre la existencia de recursos y la mayor frecuencia de guerras que en lugares que no los tienen. Cada caso es único, posee características propias, intransferibles, por lo que se necesita estudiar de manera aislada para comprender la interacción de los diferentes factores desde donde se proyecta la violencia.
Sobre esta base, esta literatura no explicaría porqué existen países con amplios recursos naturales (Bostwana, por ejemplo) donde la guerra no se ha producido, no existiendo correlaciones evidentes entre la existencia de recursos y la mayor propensión de una sociedad al conflicto violento.
Criminalización: Presenta un modelo de guerra basado en la idea de una actividad criminal, desideologizada, de carácter delictivo y desvinculado de fenómenos sociales, políticos y culturales, que esconde una posición política conservadora que trata de estigmatizar a las rebeliones como meros actos criminales, movidos por los recursos y no por motivaciones de justicia social, lo cual busca negarles toda posibilidad de legitimidad. A su vez, también ha sido criticada por poner excesivo énfasis en las insurgencias como los únicos agentes depredadores, y no así, en el papel del estado o de los agentes externos.
A modo de cierre
Estas aportaciones, lejos de tratar de invalidar la relación entre el vínculo y la importancia que se manifiesta en el caso del Este de la RDCongo y el coltán u otros minerales, han pretendido profundizar un poco más y tratar de delinear la realidad de unas dinámicas complejas que están presentes en la región y en otros muchos contextos africanos, que en muchas ocasiones quedan desdibujadas a través de la mirada única de la narrativa de la avaricia. La conflictividad armada es un fenómeno muy complejo, imposible de explicar en base a miradas unicausales, y menos aún, de tratar de extrapolar estas miradas de forma universal a todos los conflictos. Muchos son los factores y elementos que coexisten en el estallido de la violencia, que se van transformando a medida que la morfología del conflicto evoluciona. La economía de guerra, como tal, es uno más de los diferentes elementos presentes. Necesitamos ampliar la mirada, incluir otros elementos en la fotografía y evitar la construcción de una sola historia.
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