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Las mujeres sirias, las grandes ausentes de Ginebra II.

Pamela Urrutia y María Villellas, Investigadoras de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
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Una refugiada siria en el campo jordano de Kaatari. / REUTERS

En octubre del año 2000 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobaba la resolución 1325, un hito de enorme importancia puesto que se trataba de la primera vez que este organismo abordaba la cuestión de las mujeres, la paz y la seguridad. Entre otras cuestiones, la resolución 1325 instaba a que se garantice la presencia de las mujeres en los procesos de paz y a que se adopte una perspectiva de género en éstos, para asegurar el respeto a los derechos de las mujeres, así como el que sus iniciativas de paz sean tenidas en cuenta. Después de muchos años de intenso trabajo por parte de las organizaciones de mujeres en muchos lugares del mundo, en el año 2000 la agenda de construcción de paz con perspectiva de género cobraba un nuevo impulso. Sin embargo, más de una década después el balance no es tan positivo y buena prueba de ello es la situación en Siria y el proceso negociador para poner fin a este conflicto armado que está teniendo consecuencias devastadoras en la vida de la población siria.

El impacto de este conflicto sobre la población está siendo de una enorme gravedad, y las mujeres se están viendo muy afectadas, con miles de sirias muertas como consecuencia de la acción de los actores armados. Las organizaciones de derechos humanos, pese a las enormes dificultades que enfrentan para llevar a cabo su trabajo, han documentado también miles de casos de violencia sexual, un arma de guerra presente en innumerables conflictos armados y que causa enormes daños físicos y psicológicos a las mujeres que la sufren y sus comunidades. Además, las mujeres se encuentran entre las principales víctimas del desplazamiento forzado y padecen detenciones arbitrarias, ejecuciones, desapariciones forzadas, torturas y otras graves violaciones a sus derechos humanos. Informes como el publicado en noviembre por la Euro-Mediterranean Human Rights Network (Violence Against Women, Bleeding Wound in the Syrian Conflict) han detallado este impacto específico de la violencia en las mujeres desde el inicio del conflicto armado en 2011.

Y sin embargo, las mujeres son una pieza clave en el sostenimiento de las comunidades en medio de la barbarie de la guerra. Las mujeres sirias no sólo han desempeñado un gran papel en la organización de la ayuda humanitaria y en la asistencia y apoyo a las víctimas. También han tenido un rol en la promoción del diálogo y acuerdos puntuales de cese el fuego, en la documentación de las violaciones a los derechos humanos en el marco del conflicto, y en los llamados de atención a la comunidad internacional sobre la tragedia en Siria, incluyendo la situación de los refugiados y la grave crisis de seguridad alimentaria que afecta amplias zonas del país. Así pues, en un contexto como éste en el que el conflicto armado condiciona diariamente la vida de las mujeres sirias y del conjunto de la sociedad civil, es necesario que estas mismas mujeres puedan formar parte del proceso negociador encaminado a poner fin a la violencia a gran escala.

Sin embargo, en Ginebra II –como se conocen las negociaciones que con el auspicio de la comunidad internacional se están llevando a cabo estos días– las mujeres no tienen garantizada la presencia de manera significativa. A pesar de la intensa campaña que organizaciones internacionales de mujeres como WILPF, la Iniciativa de las Mujeres Nobel o Code Pink, entre otras para promover la presencia de las mujeres en los espacios oficiales de negociación, finalmente éstas sólo estarán presentes de manera marginal. Se pierde así una oportunidad histórica que además hubiera dado una mayor fortaleza y sostenibilidad al proceso negociador, a pesar de que algunos países como Noruega, Reino Unido y Holanda se habían mostrado favorables a su presencia.

Líderes sirias habían pedido explícitamente al Enviado Especial de la ONU y la Liga Árabe, Lakhdar Brahimi, que favoreciera una representación de 30% de mujeres en las conversaciones de paz. Su presencia en las negociaciones habría dotado de contenido uno de los puntos clave acordados en el Comunicado de Ginebra del Grupo de Acción por Siria en junio de 2012 –base del diálogo en Ginebra II– que planteaba expresamente la necesidad de que todos los grupos y segmentos de la sociedad siria participaran en el diálogo de paz y que las mujeres debían tener una presencia clave en todos los aspectos de una eventual transición. La ausencia de mujeres en las negociaciones de paz es una constante y Siria es sólo un ejemplo más de cómo el patriarcado y el androcentrismo están presentes en todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, la presencia de las mujeres es una cuestión tanto de justicia y equidad como de sostenibilidad del propio proceso negociador.

Aunque de manera repetida las mujeres han sido excluidas de los procesos de negociación, también es cierto que existen algunos ejemplos positivos de los que los participantes en Ginebra II podrían tomar buena nota, puesto que evidencian que la participación de las mujeres es posible, necesaria, transformadora y enriquecedora. En Filipinas, el Gobierno y grupo armado MILF protagonizan un proceso de negociaciones que ha logrado poner fin a un conflicto armado de décadas, y en el que las mujeres han jugado un papel de enorme importancia impulsando el logro de acuerdos. Las mujeres forman parte de los equipos negociadores de Gobierno y guerrilla y además son una pieza clave en una sociedad civil comprometida con la construcción de la paz. En otro de los procesos negociadores actualmente en curso y que también podría llevar a la conclusión de uno de los conflictos armados más longevos de la historia contemporánea, el de Colombia, el trabajo de las organizaciones de mujeres colombianas ha desembocado en la inclusión de varias mujeres en las delegaciones negociadoras. Esta presencia no sólo no constituye una rémora al avance de la paz, sino que es un puntal en la construcción de un futuro de justicia, equidad y paz para el conjunto de la sociedad filipina y colombiana.

Así, en un momento decisivo para el futuro de Siria, las mujeres deberían estar presentes en las negociaciones, aportando sus propuestas políticas de paz y recordando a las partes enfrentadas que los conflictos tienen consecuencias sobre las vidas de las personas, vidas que tanto esfuerzo cuesta proteger y que con tanto empeño las mujeres sirias cuidan en su ánimo diario de supervivencia en medio de la violencia. La comunidad internacional se comprometió en el año 2000 a garantizar que las mujeres tendrían un espacio en la construcción de la paz, y este compromiso ha sido renovado de manera formal año tras año desde entonces. Es ahora el momento de demostrar que se puede pasar de las palabras a los hechos y que sin las mujeres no es posible construir una paz verdadera en Siria.

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