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Radiografía del conflicto de Malí.

Iván Navarro, Investigador de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
Africaye.org

El ataque del 7 de Agosto en el hotel Byblos en Sevare -620km al noroeste de Bamako- que se saldó con la muerte de unas 12 personas, ha puesto nuevamente en los medios de comunicación el conflicto del norte de Malí. El atentado, que obtuvo notoriedad en la prensa internacional debido a la toma de rehenes entre los que se encontraban miembros de la misión de Naciones Unidas (MINUSMA), parece que es responsabilidad de un grupo yihadista, y se produce en medio de un contexto marcado por las negociaciones de paz entre el gobierno y otros movimientos armados no yihadistas, así como el reciente anuncio de aprobación, por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, de la extensión del mandato de su misión por un año más, autorizando una presencia de 11.240 militares.

El conflicto del norte de Malí, iniciado en enero de 2012, que ha enfrentado a los pueblos árabes y tuaregs contra el estado central, acaba de abrir una vía a su posible resolución con la firma del conocido como “documento de Argel”, el pasado 29 de junio, entre el gobierno y los principales grupos armados de corte secular: la Coordinadora de Movimientos de Azawad -grupos árabes/tuareg enfrentados al gobierno- y la Plataforma -grupos árabes/tuareg afines a Bamako. Este nuevo escenario de pacificación se presenta por un lado esperanzador, para lograr vías de conciliación y construcción de escenarios de paz que ponga fin a las hostilidades tras más de tres años y medio de guerra, pero por otro siembra muchas incertidumbres en cuanto a su efectividad, debido fundamentalmente a la historia convulsa que ha mantenido el estado maliense con los grupos nómadas que pueblan el norte del país –éste es el cuarto conflicto que se genera entre ambos actores desde que el país lograse su independencia. Y también debido a la presencia en la región de grupos de corte yihadista, excluidos de las negociaciones de paz, que mantienen abierta la contienda armada y los atentados, como ha demostrado el reciente ataque al hotel Byblos.

El 17 de enero del 2012 estalló en el norte Malí la que se conoce como la cuarta rebelión tuareg desde que el país alcanzase la independencia de Francia en 1960. La ofensiva militar lanzada por el Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA), emergía tan sólo cuatro años después de la firma del último acuerdo de paz en la región, y tenía como objetivo la reivindicación de la independencia para la región norteña de Azawad. Semanas después del estallido del conflicto, el 22 de marzo, oficiales del ejército maliense descontentos con la gestión de la crisis por parte del gobierno, daban un golpe de Estado despojando del poder al presidente Amadou Toumani Touré. Con la nueva Junta militar asentada en Bamako, el 6 de abril el MNLA declaró la independencia de la región de Azawad. Otros grupos armados de la región, de corte yihadista como la organización liderada por Iyad ag Ghali, Ansar Dine -“defensores de la fe”-, apoyada por Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) o el Movimiento para la Unidad y Yihad en África Occidental (MUJAO), se desmarcaron del objetivo territorial/identitario, para proclamar su intención de implementar en el país la sharia, así como restaurar la autoridad y liderazgo de los ulemas en Malí, complejizando aún más el conflicto. Durante varios meses, los movimientos islámicos se hicieron con el control de la rebelión y de las principales ciudades norteñas. En 2013, y mediante la intervención militar de Francia, que lanzó la Operación Serval, y el despliegue de una misión de mantenimiento de la paz (MINUSMA), se internacionalizó el conflicto. El pasado 29 de junio, tras más de tres años y medio de hostilidades y con la mediación de Argelia, se firmó el acuerdo de paz entre el gobierno de Malí y las dos principales coaliciones de grupos armados -con exclusión de los movimientos yihadistas-, abriendo la mencionada vía para la pacificación y la solución a la crisis.

Comprendiendo las raíces del conflicto La rebelión del norte de Malí ilustra, por un lado, las históricas tensiones existentes entre el norte y el sur del país, exacerbadas por la política colonial francesa del “divide y vencerás” y la política de instrumentalización identitaria orquestada desde el gobierno de Bamako; y por otro, las inequidades y agravios que el Estado maliense y sus elites políticas han generado en el país, concentrando el desarrollo al sur del rio Níger, e implementando una política basada en la coacción y la militarización en el norte. A su vez, en las causas de la rebelión árabe/tuareg, coexisten otra multiplicidad de factores que es necesario incluir en la fotografía y que nos ayudan a entender la complejidad del conflicto.

Malí es un buen ejemplo de cómo las causas de las guerras no pueden ser simplificadas con lecturas monocausales que argumentan que el odio étnico, las cuestiones identitarias o las ansias de avaricia y codicia son los motores de la conflictividad, despojando de toda agencia y agenda política a las rebeliones. Ya sea en el continente africano como en otros rincones del planeta. Al contrario, se debe señalar algunos de los diversos factores que están en las raíces del presente conflicto, que ayudan a comprender su complejidad:

1. El dominio de los pueblos del sur. Durante la época colonial, Francia exacerbó las tensiones ya existentes entre los pueblos nómadas árabes y tuaregs, asentados al norte del rio Níger, y los pueblos negrorafricanos predominantes en el sur, marginando a los primeros en el reparto del poder político y el desarrollo económico.En la nueva formación del Estado tras la independencia, las elites de Bamako mantuvieron la política de patronazgo, segregación y marginación heredada, acentuando el control militar sobre la población norteña. La conocida localmente como la región de Azawad, antaño base fundamental del comercio trans-sahariano con la ciudad de Tombuctú como centro comercial, dejó de serlo tras la retirada de Malí de la Organización Común de las Regiones del Sahara (OCRS) en 1963, lo que generó la percepción de abandono de por parte del Estado maliense. Posteriormente, y hasta la actualidad, el sur se convirtió en el centro del comercio y el poder económico y político, desarrollándose en base a los sectores agrícola –algodón- y la explotación de las minas de oro. El norte subsistió principalmente en base a la ganadería y la agricultura, sectores altamente dependientes y frágiles, que han padecido graves crisis causadas por las sequias, las hambrunas o la inestabilidad regional. La economía norteña también se mantuvo tiempo atrás gracias al turismo, que fue desapareciendo progresivamente debido a los ataques y secuestros cometidos por milicias yihadistas y que conllevó, entre otras acciones, a la cancelación del controvertido rally Paris-Dakar en 2008. Sin embargo, el norte de Malí es una región próspera en términos de producción energética -gas y petróleo- y de minerales –uranio-, aún sin explotar, que podrían suponer un impulso importante para la región si el gobierno apostase por la redistribución de sus beneficios; o en su contra, un nuevo factor de inestabilidad y foco de violencia.

2. Las tensiones fronterizas. La comunidad tuareg -bereberes nómadas-, está presente en todos los países de la región del Sahel: Libia, Argelia, Níger, Burkina-Faso y Malí. Padeció las consecuencias de la creación de los Estado-Nación africanos y el surgimiento de nuevas fronteras, que puso coto al movimiento de personas o ganado y, por lo tanto, también a su forma de vida tradicional. En la lógica de la conformación de las nuevas naciones, las formas de vida nómada significaron un obstáculo para la construcción de la identidad y la Administración del Estado.Y es que el Estado de Malí nunca ha reconocido políticamente las especificidades de la región de Azawad, oponiéndose incluso a una de sus principales demandas: otorgarle un estatus especial. Esto ha dado origen a las diferentes rebeliones que han sacudido la región desde la independencia. Algunos de los grupos tuaregs han ido más allá de la mera reivindicación de independencia, mostrando un programa que considera la conformación de una nación nómada en el Sahel con parte de los territorios controlados por Argelia y Níger, regionalizando el conflicto.

3. La división como estrategia de contención. Tras la independencia las nuevas elites locales sureñas implementaron una estrategia de división y confrontación en las poblaciones norteñas, con el objetivo de impedir la unidad y mantener fragmentado el norte. Una de las fórmulas empleadas consistió en darles mayor representación política, en las estructuras del aparato administrativo del Estado, a las comunidades tuareg en detrimento de las árabes -quienes en 2012 no poseían ningún escaño de los 147 que conforman la Asamblea Nacional, mientras que los tuaregs obtenían sólo 12 de ellos-, favoreciendo a su vez a ciertos grupos tuareg frente a otros de la misma comunidad. A su vez, el gobierno maliense utilizó a los grupos tuareg aliados, así como a otros grupos leales a Bamako, para conformar unidades paramilitares de apoyo al Estado en su guerra contrainsurgente, lo cual exacerbó las divisiones en las poblaciones norteñas. El ejemplo más reciente de este tipo de prácticas, es la conformación de la milicia paramilitar Grupo de Autodefensa Tuareg Imghad y Aliados (GATIA), surgida al calor de la rebelión de 2012 como medida de contención de la rebelión secesionista, hecho que a complejizado el conflicto.

4. La preeminencia del control político y militar sobre el sur. Muchos de los gobernadores del norte de Malí han sido oriundos de la región sureña, como estrategia para tratar de controlar la Administración local manteniéndola leal a Bamako, lo que ha generado la percepción de una segunda colonización en los pueblos norteños. Esta forma de control, que se ha basado en la corrupción rampante, fue apuntalada por el papel del ejército y el despliegue de medidas coercitivas, incrementando el número de unidades militares desplegadas en el norte, así como la construcción de infraestructuras castrenses en detrimento de inversiones sociales. Esta política securitizadora, ha ido construyendo la percepción de un Estado Militar en el norte, que se erigió en la rebelión del 2012 como otro de sus detonantes.

5. La heterogeneidad de los pueblos de la región de Azawad y su instrumentalización por el gobierno. Si bien la diversidad no es un factor de inestabilidad per se, la historia de la región y la instrumentalización del factor étnico/identitario por parte de las autoridades malienses ha acrecentado las divisiones internas en las poblaciones norteñas, pobladas por diferentes grupos, clanes y comunidades. Los grupos árabes, tuaregs, songhay o fulani, presentes en la región, poseen diferente poder, manteniendo agendas e intereses desiguales, e incluso en el interior de algunos de estos grupos, como ocurre con los tuareg, existen divisiones y tensiones importantes que han sido instrumentalizadas y potenciadas desde Bamako –como el caso de la animadversión entre los clanes de los imghad y los ifoghas en Kidal. No todos ellos reconocen la región de Azawad como territorio diferenciado, por lo que algunos no luchan por su independencia, sino que se han alzado para defender su integridad territorial. Los grupos songhay y fulani, que representa el 14% y el 7% respectivamente de la población norteña, mantienen una relación conflictiva con los pueblos nómadas, debido a episodios de robo de ganado, siendo ambos aliados naturales del gobierno de Malí; mientras que los tuareg y los árabes, que representan el 60% de la población, han sido tradicionalmente opositores a Bamako, lo cual ha generado enfrentamientos entre estos grupos que aún presentes en el conflicto actual.

6. El desempleo, la pobreza y el descontento juvenil. Malí es un país donde más de la mitad de su población es joven -el 47,6% está por debajo de los 14 años y otro 19% en la franja entre 15-24 años. A causa de la pobreza y de la falta de oportunidades de trabajo, exacerbada por la pérdida del turismo, los jóvenes se convierten en carne de cañón para las milicias, debido a la frustración que genera la imposibilidad de mejorar sus condiciones de vida y de emanciparse. A la par, su imposibilidad para acceder a puestos de representación política o comunitaria los excluye aún más de la política nacional y local, acentuando las tensiones generacionales.

7. La permeabilidad de las fronteras. Las rutas migratorias que atraviesan el norte de Malí hasta Argelia o Libia también han sido utilizadas para la proliferación de la economía ilícita, emergiendo una profunda economía de guerra que es ejercida mediante el control del contrabando de tabaco, drogas, armas, vehículos e incluso el tráfico de personas migrantes. Los jóvenes de la región, carentes de oportunidades de trabajo, han visto en este tipo de comercio irregular, sobre todo en el narcotráfico, una oportunidad inmejorable para romper con la pobreza. A ello sin duda ha contribuido de manera determinante la porosidad de las fronteras, que ha pasado de ser una anomalía a una realidad inmutable, debido a la nula capacidad de control que el Estado maliense puede ejercer sobre ella. El descontrol fronterizo ha generado un tráfico de armamento sin precedentes en la región, lo que se incrementó de manera notable con la caída del régimen de Gaddafi en Octubre de 2011 y el posterior saqueo de los arsenales libios, teniendo una importante repercusión en el estallido y mantenimiento de la violencia en la región.

8. La historia contemporánea de rebeliones de los pueblos árabes y tuaregs contra el estado. En 1963, apenas tres años después de que el país alcanzase la independencia, estalló en la región la primera rebelión tuareg contra el estado. Desde ese momento y hasta la rebelión iniciada en Enero del 2012, se han sucedido 4 insurrecciones tuaregs (1963-1964; 1990-1996; 2006-2009; 2012-sin concluir) que se han saldado con la firma de cinco acuerdos de paz entre el norte y el sur. Ninguno de esos acuerdos ha sido efectivo, y las regiones del norte han seguido acusando al gobierno de Bamako de incumplir los pactos alcanzados y no considerar a los pueblos norteños en la repartición del poder y el desarrollo nacional, por lo que el ciclo de violencia se ha seguido reproduciendo, acrecentando las divisiones y el conflicto.

9. El impacto de intereses externos. Las relaciones históricas que ha mantenido la región de Azawad con los países fronterizos, especialmente con Argelia y Libia, también han sido un factor fundamental que explica la conflictividad. El interés de las potencias de la región por el control estratégico del Sahel, debido a razones de ámbito económico, político o de securitización, ha tenido un impacto considerable en la estabilidad de la zona. La Libia de Muammar Gaddafi fue el gran aliado del pueblo tuareg, bajo la premisa de impulsar la idea de la unidad africana gaddafista. La elevada migración de tuaregs hacia Libia, promovida por factores antes mencionados, repercutió en su integración en las fuerzas extranjeras libias, combatiendo al lado de Gaddafi en las guerras proxy del régimen, principalmente en Chad. Esta preparación militar en la conocida como la Legión Islámica Libia representó, con la caída del régimen de Trípoli, el principal catalizador del estallido de la crisis de 2012, debido al retorno de los combatientes tuaregs a Malí, quienes volvían fuertemente armados y equipados, y provistos de una buena preparación y experiencia en combate -el MNLA, grupo que inició la guerra en enero de 2012 con el ataque a una guarnición militar en la ciudad de Menaka, fue creado en Libia el 11 de octubre de 2011.Argelia por su parte, ha utilizado el desierto maliense para contener y expulsar a los focos rebeldes que atentan contra su seguridad doméstica, como el Grupo Islámico Armado (GIA) y el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). De esta manera se ha incrementado la inseguridad en Azawad. El desplazamiento del GSPCA al norte de Malí, tuvo como efecto colateral la alianza de este grupo con la red Al-Qaeda, unificándose enAQMI, que es hoy en día uno de los grupos armados presente en el conflicto maliense. Por otro lado, la estrategia de lucha contra el terror, impulsada por EEUU tras el 11S, también ha tenido presencia en Malí. El incremento de secuestros de occidentales en 2003 por fuerzas yihadistas puso en el centro a la región para la implementación de las nuevas doctrinas de seguridad. Primero los EEUU, que lanzaron en 2004 el programa Trans-Saharan Counter Terrorism Inicitive (TSCTI), posteriormente Francia, cuya presencia aumentó en 2008 con el desarrollo de un plan antiterrorista en el Sahel, y más tarde otros actores como la UE o la ONU, con la aprobación de nuevos programas de seguridad o misiones de mantenimiento de paz (MINUSMA), han priorizado la implementación de mediadas centradas en la seguridad para contener la inestabilidad regional. Y todo sin poner el foco en el desarrollo económico o en tratar de resolver los agravios que padece la región, lo que ha generado nuevas desafecciones y descontentos por parte de las comunidades locales norteñas.

La multiplicidad de actores

En este escenario tampoco los diferentes grupos rebeldes y movimientos armados son homogéneos, desplegándose diferentes tipos de milicias con orígenes, objetivos, métodos y agendas dispares, que complejizan el conflicto y su resolución. Podríamos agrupar a los diferentes grupos armados presentes en el conflicto en tres grandes categorías:

1. Movimientos armados rebeldes de corte árabe/tuareg, opuestos al gobierno central y partidarios de la independencia de la región del Azawad, donde destacarían: el MNLA, de origen tuareg y participación de diferentes clanes y grupos; el Alto Consejo para la Unidad de Azawad (HCUA), de base tuareg ifogha; o el Movimiento Árabe de Azawad (MAA).Con sus diferencias importantes, todos estos movimientos son miembros de la Coordinadora de Movimientos de Azawad (CMA) que ha ratificado el reciente acuerdo de paz.

2. Movimientos y milicias armadas pro gubernamentales, partidarios de la integridad territorial de Malí, que surgen como respuesta a la rebelión secesionista e integrados en la denominada Plataforma, también firmante del acuerdo de pacificación. En ellos destacan: el Grupo de Autodefensa Tuareg Imghad y Aliados (GATIA), compuesto por tuareg imghad y por gandas; la Coordinadora de Movimientos Patrióticos de Resistencia (CMFPR), formada por las milicias songhais “Ganda Koy” y “Ganda Iso”; una facción árabe del MAA leal al gobierno; la Coalición del Pueblo por Azawad (CPA); o el Frente Nacional para la Liberación de Azawad (FNLA), formado por el grupo árabe Berabiche.

3. Organizaciones de corte yihadista, con nexos con Al-Qaeda o el Estado Islámico (ISIS), y con un proyecto que incluye la creación de un emirato en el Sáhara, la implantación de la Ley islámica o sharia en el país, y la creación de un potencial embrión para la expansión del califato. En estos grupos, todos excluidos de las negociaciones de paz, destacan principalmente: AQMI, anteriormente conocido como Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC); la organización Ansar Dine, de base tuareg; o el Movimiento para la Unidad y Yihad en África Occidental (MUJAO), de origen árabe, quien se dio a conocer el 12 de diciembre de 2011 reivindicando el secuestro de 3 cooperantes occidentales -2 españoles y 1 italiano- en los campos de refugiados saharauis de Tindouf (Argelia), y que hoy en día, tras la fusión con el argelino Mokhtar Belmokhtar, se ha pasado a llamar Al-Murabitoun.

A modo de cierre

Las diferentes causas, endógenas y exógenas, que se escoden tras el conflicto de Malí, relacionadas con cuestiones históricas, culturales, sociopolíticas, económicas, militares o geoestratégicas, así como la diversidad de actores armados con agendas diferenciadas –separatistas, estatistas y yihadistas-, revelan el caleidoscopio de la violencia en el país. Malí es un buen ejemplo para desplazarnos de las literaturas hegemónicas que intentan explicar la conflictividad en África en base a lecturas reduccionistas y monocausales, entendiendo que su comprensión requiere siempre una aproximación mucho más integral y multicausal. En este sentido, el mayor o menor recorrido del recién firmado “Acuerdo de Argel”, dependerá en gran medida de la capacidad de los actores implicados -donde se debe incluir a la sociedad civil maliense- para generar cambios perceptibles en los factores estructurales donde se hayan las causas de la conflictividad. Sólo de esta manera se logrará evitar el deterioro de las condiciones humanitarias, económicas, políticas y militares, y consolidar a futuro la construcción de una paz duradera y estable en el norte de Malí. Por otro lado, la presencia de grupos yihadistas, como se ha demostrado con el reciente atentado, representa un serio obstáculo para el proceso, poniendo en entredicho la estrategia de ostracismo que el estado maliense ha utilizado frente a estos grupos, excluyéndolos de la mesa de negociación y apostando por la vía militar para su resolución.

PD: No quisiera despedirme sin rendirle un pequeño homenaje al profesor Stephen Ellis, quien falleció el pasado 29 de julio. Una gran parte de mi pasión por entender la política actual en el continente africano se la debo a él y a las horas que he pasado disfrutando y aprendiendo con sus palabras. Gracias por todo. http://www.ascleiden.nl/news/memoriam-stephen-ellis-1953-2015

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