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Ucrania : una nueva oportunidad para la diplomacia

Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona y autor de los “Anuarios de Procesos de Paz”.

Esta semana habrá en Minsk (Bielorrusia) un nuevo encuentro internacional, con la presencia de Rusia, Ucrania, la OSCE y representantes del Este de Ucrania, para intentar lograr un nuevo acuerdo de paz, o como mínimo para prolongar el reciente alto el fuego y dar tiempo a que las diplomacias jueguen un papel determinante en la búsqueda de una solución aceptable para todas las partes. No será nada fácil debido, entre razones, a la rápida militarización del conflicto, la imposición por parte de Rusia de hechos consumados al anexionarse la península de Crimea sin acuerdo político previo, la decidida voluntad del actual Gobierno de Ucrania de entrar en la OTAN (con lo que ello significa de simbólico inaceptable para Moscú, y que ha sido desaconsejado sabiamente por el ministro de Exteriores de Francia, Laurent Fabius), y la respuesta militar de todos los actores, enseñando musculatura militar disuasoria y jugando a la guerra fría, con maniobras militares e incursiones aéreas en zonas fronterizas, compras de armas, etc. Curiosamente, de forma paralela se ha desencadenado una intensa labor diplomática, especialmente desde septiembre, con varias propuestas de diferentes actores (Ucrania, Rusia, OSCE, Alemania, etc.) que contienen, desde mi punto de vista, las claves para una solución razonable del conflicto armado. Mientras, las víctimas mortales van aumentando a cifras significativas, la población desplazada y refugiada se sitúa a niveles impresionantes, se pierde el respeto a la OSCE, que tiene que cumplir un doble papel quizás incompatible (observadora de los combates y coprotagonista en los buenos oficios y la intermediación, a través de una experimentada diplomática, Heidi Tagliavini), y lo que me parece más arriesgado de cara a un futuro inmediato, la pérdida de confianza entre las grandes potencias (es impresionante el bajo perfil que ha tomado Estados Unidos en este conflicto), el riesgo de que la OTAN no sea ya un instrumento de prevención y la vuelta a los viejos esquemas de (in)seguridad en Europa.

Necesitamos que todos los actores hagan un esfuerzo de reflexión hacia el desastre a que nos conduce la dinámica actual, en la que nadie va a ganar y todos vamos a perder, no todo, pero sí cosas trascendentales. Y como decía, los elementos de la solución no están por inventar, sino que se han ido poniendo sobre la mesa de forma dispersa, y ahora toca recomponer el puzle con la intervención de absolutamente todos los actores involucrados. Esa es una premisa básica en resolución de conflictos, guste o no. En otras palabras, la población de las dos provincias que forman la región de Donbás, han de tener derecho a la palabra y habrá que crear la “arquitectura política intermedia” que satisfaga sus necesidades culturales y políticas. Es más, aunque quizás sólo sean palabras, el ministro de Exteriores ruso ha señalado varias veces que su país no quiere reemplazar a la palabra de la gente de Donbás, por lo que no acepta negociaciones sin su presencia. Dicho esto, es evidente que tras el apoyo militar proporcionado por Moscú a los actores militares de Donbás, de forma clara o encubierta, Rusia debe formar parte en la búsqueda de la solución, ya que es parte del problema, y por tanto ha de estar en las negociaciones, de la misma forma que la nueva “ministra” de Exteriores de la Unión Europea, Federica Mogherini, que se ha mostrado muy razonable hasta el presente, ha de tener voz en el proceso de pacificación, junto a los miembros del Grupo de Contacto, e incluso Alemania, por su peso económico y político en Europa, de la mano de su canciller, Angela Merkel y su ministro de Exteriores, Steinmeier, con la ayuda de Françoise Hollande, que ha mostrado recientemente su voluntad de ofrecer buenos oficios para reducir la tensión. Ya en junio, la Rada Suprema (Parlamento) de Ucrania abordó un borrador de Constitución en el que contemplaba una descentralización del poder, aunque no un régimen federal. El día 20 de aquel mes, se propuso un intercambio de prisioneros, la retirada de la artillería de las cercanías de las ciudades, la apertura de corredores humanitarias, la salida de las formaciones armadas ilegales y crear una “zona de seguridad” en las regiones limítrofes, la celebración de elecciones locales, la adopción de un programa económico para Donbás. En aquel momento no se accedió a que el ruso fuera lengua estatal, pero aquí lo importante es que pueda ser lengua cooficial en Donbás, de la misma forma que habrá que darle más vueltas a la idea ya propuesta de que sea compatible para Ucrania estar en un futuro en la UE, y también formar parte de Unión Euroasiática liderada por Rusia. En “transformación de conflictos” nos referimos al concepto de “pensar en paradojas”, al señalar que ha de ser posible ser o estar en dos o más cosas a la vez, como las identidades múltiples, pero en las relaciones internacionales hay demasiado temor a experimentar en este campo, que sin embargo permitiría resolver numerosos conflictos.

En septiembre, Putin propuso un plan de siete puntos, el Gobierno central de Kiev y los separatistas del este firmaron un protocolo de 12 puntos, incluyendo un alto el fuego. A mitad de ese mes, el Parlamento ucraniano aprobó una ley que proponía tres años de autonomía para las zonas del Este, así como una amnistía parcial y el compromiso de garantizar el idioma ruso. Días después, Ucrania y los rebeldes acordaron crear una zona desmilitarizada de 30 kms. y el desminado de la zona. A pesar de que estos planes diplomáticos y las medidas de confianza propuestas contienen los elementos de la solución, en las últimas semanas ha resurgido el tono amenazante, e incluso Rusia ha empezado a jugar con sus exportaciones de gas como elemento disuasivo, algo que puede tener un efecto boomerang. Cada cual, desde su zona de influencia, ha de presionar fuertemente al Gobierno de Ucrania y a los combatientes de Donbás, para hacerles ver que no recibirán más apoyos ni promesas de futuro sin continúan los combates. El alto el fuego es imprescindible, hay que respetar a los observadores de la OSCE, y todos juntos han de sentarse para consensuar una salida política razonable, gradual y desmilitarizada, que permita volver el respeto hacia el Derecho Internacional, la seguridad europea basada en la confianza y la cooperación, y nunca jamás en la amenaza militar o en la ocupación de territorios por actores armados de diverso tipo e intereses ajenos. Desde este compromiso, será posible encontrar buna solución a un conflicto inevitable, pero que nunca debió tener un componente armado.

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