Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
Después de tres años de intentos y vacilaciones, el problema kurdo parece que ha entrado en una vía de resolución, ojalá que definitiva. En estas últimas semanas se han producido hechos más que significativos, como el alto el fuego del PKK hasta las elecciones generales de junio del próximo año, la condena de este grupo de los atentados cometidos por el TAK (una disidencia armada del PKK), las declaraciones de los líderes del PKK manifestando que las actuaciones del Gobierno de Turquía iban en la buena dirección, las manifestaciones del líder del PKK señalando que mantenía negociaciones formales con el Gobierno, o las declaraciones del primer ministro Erdogan afirmando que las operaciones militares podrían reducirse si se mantiene el alto el fuego. Incluso el principal partido de la oposición, el CHP, ha manifestado que la cuestión kurda era una de sus prioridades y que era favorable al diálogo. Un ambiento, pues, favorable para que un conflicto que dura veinte seis años y que ha producido 40.000 muertos, pueda finalizar mediante el desarme del PKK y el reconocimiento de la identidad del pueblo kurdo.
En estos dos últimos años, el PKK y su líder Öcalan, condenado a cadena perpetua, han reiterado su ofrecimiento a la negociación, con una plataforma de puntos perfectamente asumible para el gobierno turco, que ahora sí, parece querer atender. Abandonados hace tiempo los reclamos de independencia, lo que se pide va en consonancia con lo que es de esperar de un pueblo de veinte millones de personas que exige respeto por su identidad a través del ordenamiento institucional turco. Las medidas que darían satisfacción al pueblo kurdo ya han sido planteadas en el mismo Parlamento y han sido ampliamente divulgadas por los medios de comunicación turcos. No hay que inventar nada nuevo, sólo consolidar el mecanismo de diálogo ya iniciado para que estas medidas se hagan efectivas y en el menor período de tiempo posible. Cuando estas medidas funcionen, el PKK se disolverá, pues así lo ha manifestado, pero entretanto habrá que seguir negociar con dicho grupo. Para hacerlo, su inclusión en la lista de grupos terroristas de la UE es un obstáculo, puesto que permite que los sectores contrarios a la resolución pacífica y dialogada del conflicto kurdo detengan a personas afines a la causa kurda, sean o no del PKK, con lo que se dificulta cualquier posibilidad de avance y de acercamiento. Ante esta situación, me atrevo a sugerir que la UE debería pensar en retirar provisionalmente al PKK de las listas, como medida soberana e unilateral, para dar espacio a que el primer ministro Erdogán, de manera directa, refuerce las vías de acercamiento con los líderes de este grupo para negociar de manera civilizada una “hoja de ruta” que permita resolver el problema kurdo. De momento es una contrariedad que quienes tienen la responsabilidad y el deseo de negociar no puedan hacerlo porque son detenidos a causa de la existencia de las listas terroristas. Solucionar esa anomalía política es un imperativo para dar cabida a la negociación sobre un tema que, como he repetido, tiene solución. La UE no puede eludir su responsabilidad en ayudar a encontrar un camino de salida al conflicto kurdo, y si para ello hay que recurrir a medidas excepcionales, bienvenidas sean. Al fin y al cabo, si la retirada provisional del PKK de las listas no diera resultado a medio plazo, cabe la posibilidad de volverlo a incluir en las listas. Pero si su retirada permite avanzar en la solución, se habrá dado un paso inteligente. Además, estamos en un momento en el que se ha planteado dialogar incluso con los talibanes de Afganistán, y se han tomado medidas políticas para que ello sea factible. Los kurdos, que arrastran un agravio histórico, merecen que se les tome al menos en la misma consideración, y ello requerirá medidas novedosas, pero necesarias. Sugerir esta medida al Gobierno turco consolidaría definitivamente la vía ya iniciada del diálogo respetuoso para finalizar definitivamente con este conflicto, porque obligaría al PKK a mantener el alto el fuego de manera indefinida, ampliarlo a un cese de hostilidades y aferrarse a una negociación en términos realistas y posibilistas, en consonancia con lo que espera el Gobierno turco.
En estos dos últimos años, el PKK y su líder Öcalan, condenado a cadena perpetua, han reiterado su ofrecimiento a la negociación, con una plataforma de puntos perfectamente asumible para el gobierno turco, que ahora sí, parece querer atender. Abandonados hace tiempo los reclamos de independencia, lo que se pide va en consonancia con lo que es de esperar de un pueblo de veinte millones de personas que exige respeto por su identidad a través del ordenamiento institucional turco. Las medidas que darían satisfacción al pueblo kurdo ya han sido planteadas en el mismo Parlamento y han sido ampliamente divulgadas por los medios de comunicación turcos. No hay que inventar nada nuevo, sólo consolidar el mecanismo de diálogo ya iniciado para que estas medidas se hagan efectivas y en el menor período de tiempo posible. Cuando estas medidas funcionen, el PKK se disolverá, pues así lo ha manifestado, pero entretanto habrá que seguir negociar con dicho grupo. Para hacerlo, su inclusión en la lista de grupos terroristas de la UE es un obstáculo, puesto que permite que los sectores contrarios a la resolución pacífica y dialogada del conflicto kurdo detengan a personas afines a la causa kurda, sean o no del PKK, con lo que se dificulta cualquier posibilidad de avance y de acercamiento. Ante esta situación, me atrevo a sugerir que la UE debería pensar en retirar provisionalmente al PKK de las listas, como medida soberana e unilateral, para dar espacio a que el primer ministro Erdogán, de manera directa, refuerce las vías de acercamiento con los líderes de este grupo para negociar de manera civilizada una “hoja de ruta” que permita resolver el problema kurdo. De momento es una contrariedad que quienes tienen la responsabilidad y el deseo de negociar no puedan hacerlo porque son detenidos a causa de la existencia de las listas terroristas. Solucionar esa anomalía política es un imperativo para dar cabida a la negociación sobre un tema que, como he repetido, tiene solución. La UE no puede eludir su responsabilidad en ayudar a encontrar un camino de salida al conflicto kurdo, y si para ello hay que recurrir a medidas excepcionales, bienvenidas sean. Al fin y al cabo, si la retirada provisional del PKK de las listas no diera resultado a medio plazo, cabe la posibilidad de volverlo a incluir en las listas. Pero si su retirada permite avanzar en la solución, se habrá dado un paso inteligente. Además, estamos en un momento en el que se ha planteado dialogar incluso con los talibanes de Afganistán, y se han tomado medidas políticas para que ello sea factible. Los kurdos, que arrastran un agravio histórico, merecen que se les tome al menos en la misma consideración, y ello requerirá medidas novedosas, pero necesarias. Sugerir esta medida al Gobierno turco consolidaría definitivamente la vía ya iniciada del diálogo respetuoso para finalizar definitivamente con este conflicto, porque obligaría al PKK a mantener el alto el fuego de manera indefinida, ampliarlo a un cese de hostilidades y aferrarse a una negociación en términos realistas y posibilistas, en consonancia con lo que espera el Gobierno turco.