En el cuarto intento de Naciones Unidas por hallar una vía negociada a la guerra en Siria falta voluntad y expectativa. Hasta Staffan de Mistura, enviado especial del organismo para ese país, expresó: “no puedo decirles si tendrá éxito, pero tenemos que aprovechar el impulso. Ni siquiera un alto el fuego puede aguantar demasiado si no hay una solución política”.
Y es que cuando el intento de diálogo apenas completa cinco días en Ginebra (Suiza), un atentado, al parecer del grupo Jabhat Fateh al Sham (anteriormente conocido como Frente al Nursa) dejó 42 muertos y abatió a un allegado del presidente sirio Bashar al Asad, el jefe de inteligencia militar de la ciudad de Homs, Hasan Daabul.
Según argumentó de Mistura a medios, “cada vez que tenemos negociaciones, siempre hay alguien que intenta hacer descarrilar el proceso”. No obstante, para los expertos, más allá de episodios de violencia, otros factores aún más difíciles de controlar amenazan la prosperidad de los diálogos en un contexto como el sirio.
El primero, menciona Hasan Turk, politólogo experto en Medio Oriente, son los precedentes de rondas previas que han fracasado sucesivamente: diferencias entre las partes (Gobierno sirio y fuerzas opositoras), divisiones entre los rebeldes y falta de voluntad política de algunos actores externos.
Y es que si estos puntos se trasladan a la realidad de la ronda actual, el gran problema parece ser que que las partes en disputa, así como los países que los apoyan, tienen discusiones innegociables.
De acuerdo con Turk, mientras para la oposición (que han encontrado apoyo en Turquía, Estados Unidos y Emiratos Árabes) el pedido es que Asad deje el poder en una transición de seis meses, por el lado del Gobierno (soportados por Irán y Rusia), el objetivo es mantener la “influencia” lograda después de que estos ejércitos recuperaran la ciudad de Alepo en diciembre pasado, cuando estaba siendo controlada por el Estado Islámico.
“Esta disputa en realidad se volvió una guerra de sectas, entre musulmanes sunitas y chiitas, y entre Rusia y Estados Unidos”, sostiene Turk, para quien, pese a que no es clara aún la relación entre estas dos potencias ni la posición de Washington acerca del conflicto sirio, “la disputa entre poderes no permite que las partes lleguen a un acuerdo”.
Hay dudas “morales”
Aunque es claro que después del golpe en Alepo el régimen de Asad llega fuerte a los diálogos y podría lograr algo de rehabilitación internacional, para Pamela Urrutia, investigadora en temas de Medio Oriente de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, no es claro hasta qué punto la comunidad internacional exigirá una rendición de cuentas a ese Gobierno por recientes denuncias de ejecuciones masivas en prisiones y uso de armas químicas en Alepo.
“Esas dificultades, que podrían considerarse morales y políticas, persisten y podrían desencadenar en cualquier momento en afectaciones a los intentos de Ginebra”, apunta Urrutia, y añade que el escepticismo se alimenta con el hecho de que los actores del conflicto no han dejado de apostar por la vía militar, pese a que Rusia y Turquía lideran una iniciativa de tregua.
“Esa sensación de que el alto el fuego persiste, yo la matizaría, porque en recientes días solo ha aumentado la actividad armada en Siria. De ninguna forma se ve que el clima propicio para pensar que hay una base para desescalar el conflicto”, enfatiza la experta.
Colombia, ¿referente?
Aunque el conflicto sirio, en el que intervienen más de 1.000 milicias, es en sus formas y esencia distinto al colombiano, donde los actores se cuentas con los dedos de la mano, para Urrutia es indudable que la experiencia de este país se convierte en una oportunidad de aprendizaje para otros conflictos a nivel mundial.
“El de Siria es un conflicto donde hay cientos de milicias de grupos armados que han ido evolucionado, estableciendo alianzas, con muchos intereses regionales e internaciones que hacen que sea de transformación mucho más compleja, y aunque las conclusiones de Colombia no se pueden trasladar de forma directa, sí es referente”, concluye.
Distinto opina Carlos Arévalo, director de la maestría en Derecho Internacional de la Universidad de La Sabana, para quien aún es prematuro poner a Colombia como referente ante el mundo. “Apenas estamos empezando la implementación y ya tenemos problemas. Antes de ser modelo hay que resolver”, sugiere.
Ahora bien, concluye Arévalo, los dos conflictos comparten algo, y es que en su centro están las víctimas. En esa medida, Siria debería guiarse por los cuatro pilares del proceso de paz de Colombia: verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.
Ver artículo elcolombiano.com
Y es que cuando el intento de diálogo apenas completa cinco días en Ginebra (Suiza), un atentado, al parecer del grupo Jabhat Fateh al Sham (anteriormente conocido como Frente al Nursa) dejó 42 muertos y abatió a un allegado del presidente sirio Bashar al Asad, el jefe de inteligencia militar de la ciudad de Homs, Hasan Daabul.
Según argumentó de Mistura a medios, “cada vez que tenemos negociaciones, siempre hay alguien que intenta hacer descarrilar el proceso”. No obstante, para los expertos, más allá de episodios de violencia, otros factores aún más difíciles de controlar amenazan la prosperidad de los diálogos en un contexto como el sirio.
El primero, menciona Hasan Turk, politólogo experto en Medio Oriente, son los precedentes de rondas previas que han fracasado sucesivamente: diferencias entre las partes (Gobierno sirio y fuerzas opositoras), divisiones entre los rebeldes y falta de voluntad política de algunos actores externos.
Y es que si estos puntos se trasladan a la realidad de la ronda actual, el gran problema parece ser que que las partes en disputa, así como los países que los apoyan, tienen discusiones innegociables.
De acuerdo con Turk, mientras para la oposición (que han encontrado apoyo en Turquía, Estados Unidos y Emiratos Árabes) el pedido es que Asad deje el poder en una transición de seis meses, por el lado del Gobierno (soportados por Irán y Rusia), el objetivo es mantener la “influencia” lograda después de que estos ejércitos recuperaran la ciudad de Alepo en diciembre pasado, cuando estaba siendo controlada por el Estado Islámico.
“Esta disputa en realidad se volvió una guerra de sectas, entre musulmanes sunitas y chiitas, y entre Rusia y Estados Unidos”, sostiene Turk, para quien, pese a que no es clara aún la relación entre estas dos potencias ni la posición de Washington acerca del conflicto sirio, “la disputa entre poderes no permite que las partes lleguen a un acuerdo”.
Hay dudas “morales”
Aunque es claro que después del golpe en Alepo el régimen de Asad llega fuerte a los diálogos y podría lograr algo de rehabilitación internacional, para Pamela Urrutia, investigadora en temas de Medio Oriente de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, no es claro hasta qué punto la comunidad internacional exigirá una rendición de cuentas a ese Gobierno por recientes denuncias de ejecuciones masivas en prisiones y uso de armas químicas en Alepo.
“Esas dificultades, que podrían considerarse morales y políticas, persisten y podrían desencadenar en cualquier momento en afectaciones a los intentos de Ginebra”, apunta Urrutia, y añade que el escepticismo se alimenta con el hecho de que los actores del conflicto no han dejado de apostar por la vía militar, pese a que Rusia y Turquía lideran una iniciativa de tregua.
“Esa sensación de que el alto el fuego persiste, yo la matizaría, porque en recientes días solo ha aumentado la actividad armada en Siria. De ninguna forma se ve que el clima propicio para pensar que hay una base para desescalar el conflicto”, enfatiza la experta.
Colombia, ¿referente?
Aunque el conflicto sirio, en el que intervienen más de 1.000 milicias, es en sus formas y esencia distinto al colombiano, donde los actores se cuentas con los dedos de la mano, para Urrutia es indudable que la experiencia de este país se convierte en una oportunidad de aprendizaje para otros conflictos a nivel mundial.
“El de Siria es un conflicto donde hay cientos de milicias de grupos armados que han ido evolucionado, estableciendo alianzas, con muchos intereses regionales e internaciones que hacen que sea de transformación mucho más compleja, y aunque las conclusiones de Colombia no se pueden trasladar de forma directa, sí es referente”, concluye.
Distinto opina Carlos Arévalo, director de la maestría en Derecho Internacional de la Universidad de La Sabana, para quien aún es prematuro poner a Colombia como referente ante el mundo. “Apenas estamos empezando la implementación y ya tenemos problemas. Antes de ser modelo hay que resolver”, sugiere.
Ahora bien, concluye Arévalo, los dos conflictos comparten algo, y es que en su centro están las víctimas. En esa medida, Siria debería guiarse por los cuatro pilares del proceso de paz de Colombia: verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.
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