caenes

Esto tan extraño de la paz.

Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.

Cuando alguien se muere, le decimos que «descanse en paz». Seguramente, le queremos enviar un deseo de tranquilidad, de serenidad. Cuando arreglamos un contencioso con alguien, decimos que «quedamos en paz», expresando que hemos llegado a un acuerdo yhemos saldado las cuentas. En los cuarteles de los militares, también hay referencias a la paz, aunque es la paz de los fusiles. Y existen también lo que se llaman «operaciones de mantenimiento de la paz», llevadas a cabo por cascos azules de Naciones Unidas o por fuerzas multinacionales de la OTAN, y que persiguen poner un cierto orden en lugares donde hay una pacificación de los opositores. Hablamos también de la «paz de espíritu», con una significación más espiritual. Son algunos de los ejemplos, entre muchos otros, de la extensiva utilización de la palabra paz, y que tiene significados diversos, como hemos comprobado.

Nos interesa aquí, sin embargo, señalar una significación más común de la paz, que yo calificaría como sinónimo de justicia social o de satisfacción de las necesidades humanas básicas, tanto las materiales (salud, vivienda, educación) como las inmateriales (amor, dignidad, reconocimiento, protección, etc.). Es una paz muy concreta, nada abstracta, y que tiene que ver tanto con las personas individuales como a las colectividades humanas. Y tiene una dimensión evolutiva, en construcción, es decir, que nunca se tiene en su totalidad. Es más bien un proceso, un camino. Nos podemos por tanto acercar o alejar de la paz. Y podemos identificar claramente lo que se opone a la paz: la guerra, la represión, la falta de libertades y de oportunidades, el hambre, la pobreza … una lista extensa de hechos que atentan contra la dignidad humana, porque la paz también se puede ente nder como la dignidad en su plenitud.

Desde esta concepción, la mayor parte de la población mundial no vive en paz, por falta de algo vital. E incluso en los países más ricos, la pobreza espiritual y la falta de sentido de justicia hace que mucha gente no tenga paz, porque la paz no la hacen el dinero, sino el sentido de humanidad. En este sentido, la paz tiene mucho que ver en cómo nos relacionamos con los demás, de modo que no podría haber un sentido únicamente individualista de la paz.

Decía que la paz es un proceso. La construimos poco a poco, y entre todos, de manera que es posible un mundo con más paz, o lo que es lo mismo, con menos conflictos armados, con menos pobreza, con más educación, más atención sanitaria, vivienda digna, medio ambiente sostenible, derechos para las mujeres y niños, etc. Hay por lo tanto elementos estructurales en esta construcción de la paz, lo que significa que pueden haber políticas públicas que la favorezcan. De hecho, hay países que ya destacan en este sentido, como los nórdicos. También podemos decir que hay políticas exteriores que construyen paz y otras que no, normalmente porque ponen los intereses nacionales por encima de los comunitarios. Y no decimos de las políticas económicas vigentes, sometidas a los Mercados ya la especulación financiera, que hacen más ricos a los que ya lo son, y empobrec en cada vez más sectores de la sociedad. La paz, por tanto, no es una cuestión de buena voluntad o de ser buena persona, al menos exclusivamente, sino algo más vinculado a cómo organizamos el mundo en todas sus dimensiones. Esto quiere decir que nos podemos organizar para construir un mundo con más paz, en la medida que identificamos sus componentes, que son diversos. Hay por tanto muchas maneras de trabajar por la paz; desde la economía, la educación, la cultura, las artes, la política doméstica, la política exterior, desde casa, a nivel individual y social.

Vivir en paz es un derecho básico, y debemos hacer todo lo posible para universalizar este derecho. La falta de paz de los demás debería interpelarnos. En cierto sentido, «estar en paz» significa tener la angustia de no estar tranquilos hasta que los otros vivan dignamente y con plenitud. Es un asunto compartido, y en este sentido, un reto cultural. De ahí que hablamos de «cultura de paz», entendida como lo contrario de la «cultura de las violencias». Una cultura de paz que se convierte en el mayor reto de la humanidad y por la que hay que tejer todas las complicidades posibles para conseguirla.

Ver también

Postconflicto y postviolencia armada.

Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona. Iniciados …