Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
El Centro para el Diálogo Humanitario, de Ginebra, acaba de publicar un estudio sobre la problemática del alto el fuego, que es oportuno rescatar para el caso colombiano. Es evidente que los gobiernos suelen exigirlo como condición previa a las conversaciones de paz; sin embargo, no siempre se pone como precondición, existiendo muchos ejemplos de negociaciones sin un alto el fuego previo (Guatemala, Burundi, Irlanda, El Salvador, Colombia, etc.). En todo caso, el alto el fuego ha de beneficiar a las dos partes por igual. También es importante señalar que forma parte de un proceso más amplio. Puede ser el punto de inicio de un acuerdo más ambicioso, por lo que el siempre un primer paso prometedor.
Una de las cosas que hay que tener en cuenta es si hay que establecer la participación de terceros como verificadores, pudiendo ser estos nacionales o internacionales. El alto el fuego puede tener propósitos diferentes o focalizados, como posibilitar el acceso a la ayuda humanitaria, por ejemplo, y a veces no se consigue hasta que se han hecho progresos en el campo político de la negociación. Otras veces es el resultado de un empate mutuo a nivel militar, pero desgraciadamente también puede ser una estratagema para ganar tiempo o fortalecerse militarmente en una zona. Puede decirse igualmente que es una forma de demostrar que se tiene capacidad de mando y control, sobre los efectivos y sobre el terreno, pero lo más trascendental es que tiene la virtud de reducir la violencia. Romper o violar un alto el fuego, además, tiene un coste político muy elevado, por lo que hay que implementar mecanismos que ayuden a prevenir incidentes o incumplimientos. Puede decirse también que es una medida de confianza, y que minimiza el contacto entre las partes enfrentadas.
Desde el principio, es importante definir con exactitud su alcance, especialmente respecto a lo que afecta a la población civil, su cobertura geográfica y lo que constituiría su violación; puede incluir prohibiciones de ataques verbales o la liberación o intercambio de prisioneros. Como aspecto negativo, el alto el fuego tiene el inconveniente de que congela los procesos políticos de resolución del conflicto (casos de Chipre o Sáhara, por ejemplo). Finalmente, requiere de una comunicación precisa con las bases, para una correcta implementación, y para su verificación, es recomendable crear una Comisión de Seguimiento o una Comisión Militar Mixta.
El alto el fuego, en suma, puede no ser el punto de partida de una negociación, pero es deseable que sea algo alcanzable a corto plazo una vez iniciada la misma. Generará confianza, distensionará a las partes, y pondrá a prueba su voluntad real de lograr acuerdos sustantivos.
Una de las cosas que hay que tener en cuenta es si hay que establecer la participación de terceros como verificadores, pudiendo ser estos nacionales o internacionales. El alto el fuego puede tener propósitos diferentes o focalizados, como posibilitar el acceso a la ayuda humanitaria, por ejemplo, y a veces no se consigue hasta que se han hecho progresos en el campo político de la negociación. Otras veces es el resultado de un empate mutuo a nivel militar, pero desgraciadamente también puede ser una estratagema para ganar tiempo o fortalecerse militarmente en una zona. Puede decirse igualmente que es una forma de demostrar que se tiene capacidad de mando y control, sobre los efectivos y sobre el terreno, pero lo más trascendental es que tiene la virtud de reducir la violencia. Romper o violar un alto el fuego, además, tiene un coste político muy elevado, por lo que hay que implementar mecanismos que ayuden a prevenir incidentes o incumplimientos. Puede decirse también que es una medida de confianza, y que minimiza el contacto entre las partes enfrentadas.
Desde el principio, es importante definir con exactitud su alcance, especialmente respecto a lo que afecta a la población civil, su cobertura geográfica y lo que constituiría su violación; puede incluir prohibiciones de ataques verbales o la liberación o intercambio de prisioneros. Como aspecto negativo, el alto el fuego tiene el inconveniente de que congela los procesos políticos de resolución del conflicto (casos de Chipre o Sáhara, por ejemplo). Finalmente, requiere de una comunicación precisa con las bases, para una correcta implementación, y para su verificación, es recomendable crear una Comisión de Seguimiento o una Comisión Militar Mixta.
El alto el fuego, en suma, puede no ser el punto de partida de una negociación, pero es deseable que sea algo alcanzable a corto plazo una vez iniciada la misma. Generará confianza, distensionará a las partes, y pondrá a prueba su voluntad real de lograr acuerdos sustantivos.