Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
Semana.com
Se ha hablado mucho, desde que Santos es presidente, de que él tiene la llave de la paz. Pero me permito recordar que, días antes de la muerte de Cano, en una carta dirigida a Cristina Fernández de Kirchner, las FARC manifestaron que “estamos dispuestos a sentarnos en una mesa de diálogo con el gobierno de Juan Manuel Santos, con participación de los sectores políticos y sociales, para buscar entre todos una salida política, sobre la base de justicia social y soberanía del pueblo, al prolongado conflicto social y armado que desangra al país».
El presidente Juan Manuel Santos, por su parte, acaba de asegurar que está listo para abrir la puerta del diálogo con la guerrilla de las Farc, al manifestar que estaba convencido que el fin del conflicto en Colombia debía ser a través de una salida política. “La llave está en mi bolsillo y estoy dispuesto a abrir las puertas porque creo que el fin debe ser a través de una solución política, pero necesito claras indicaciones de que esta gente no van a traicionar la confianza del pueblo colombiano”, ha manifestado Santos. El mandatario, desde Londres donde adelantó una visita oficial, agregó que “necesito claras indicaciones de que ellos se van a sentar a negociar de buena fe y no he recibido estas indicaciones; si las recibo sería el más entusiasta en sentarme para tratar de encontrar un acuerdo. Cualquier presidente colombiano sueña con dejar este país en paz tras 50 años de guerra, yo espero que esto me suceda a mi pero no estoy afanado”.
Son dos señales bien claras. Resta saber si Timochenko mantiene aún la oferta de diálogo de hace unas semanas. Si fuera así, sólo tiene que hacer el gesto de liberar las personas privadas de libertad, para que empiece un proceso de negociación, esperado y necesario. El país necesita el silencio de las armas y encarar un proceso de paz serio y definitivo. Las FARC tienen la oportunidad de iniciarlo ya, sin más demora. Tendrían todo el respaldo nacional e internacional, de UNASUR a la Unión Europea y Naciones Unidas. El proceso podría ser novedoso, adaptado a la realidad actual, pero pretencioso al mismo tiempo. No valen ya más manifestaciones a favor de una salida política. Hay que ponerla en marcha, sin más demora, y ya se sabe el camino. El primer paso es obligatorio, la libertad de las personas privadas de libertad; el segundo es encontrarse en un país vecino para cuadrar los detalles de la negociación formal. Y el tercer paso es empezar el diálogo entre las partes, con voluntad para que sea la antesala del proceso de paz definitivo. El país lo necesita, y Timochenko tiene la llave.
El presidente Juan Manuel Santos, por su parte, acaba de asegurar que está listo para abrir la puerta del diálogo con la guerrilla de las Farc, al manifestar que estaba convencido que el fin del conflicto en Colombia debía ser a través de una salida política. “La llave está en mi bolsillo y estoy dispuesto a abrir las puertas porque creo que el fin debe ser a través de una solución política, pero necesito claras indicaciones de que esta gente no van a traicionar la confianza del pueblo colombiano”, ha manifestado Santos. El mandatario, desde Londres donde adelantó una visita oficial, agregó que “necesito claras indicaciones de que ellos se van a sentar a negociar de buena fe y no he recibido estas indicaciones; si las recibo sería el más entusiasta en sentarme para tratar de encontrar un acuerdo. Cualquier presidente colombiano sueña con dejar este país en paz tras 50 años de guerra, yo espero que esto me suceda a mi pero no estoy afanado”.
Son dos señales bien claras. Resta saber si Timochenko mantiene aún la oferta de diálogo de hace unas semanas. Si fuera así, sólo tiene que hacer el gesto de liberar las personas privadas de libertad, para que empiece un proceso de negociación, esperado y necesario. El país necesita el silencio de las armas y encarar un proceso de paz serio y definitivo. Las FARC tienen la oportunidad de iniciarlo ya, sin más demora. Tendrían todo el respaldo nacional e internacional, de UNASUR a la Unión Europea y Naciones Unidas. El proceso podría ser novedoso, adaptado a la realidad actual, pero pretencioso al mismo tiempo. No valen ya más manifestaciones a favor de una salida política. Hay que ponerla en marcha, sin más demora, y ya se sabe el camino. El primer paso es obligatorio, la libertad de las personas privadas de libertad; el segundo es encontrarse en un país vecino para cuadrar los detalles de la negociación formal. Y el tercer paso es empezar el diálogo entre las partes, con voluntad para que sea la antesala del proceso de paz definitivo. El país lo necesita, y Timochenko tiene la llave.