Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
Semana.com
Es natural que la opinión pública quiera estar informada, pero ha de comprender que las partes han de darse un margen de maniobra para solucionar sus desacuerdos. Además, un alto al fuego con las FARC debería serlo también con el ELN.
Lo primero que debe decirse del actual proceso de paz con las FARC es que ha empezado bien. La larga fase de exploración en Venezuela y La Habana ha sido necesaria y se ha mantenido con la discreción necesaria para que no hubiera interferencias. Es de aplaudir el esfuerzo del Gobierno y de las FARC por mantener el secreto en esta etapa, y es de desear que a partir de ahora sepan manejar con cuidado el nivel de confidencialidad. Mi primer consejo es que en los próximos encuentros de La Habana las partes no se vean obligadas a dar explicaciones diarias de cuanto sucede, y se limiten a explicar en un comunicado conjunto lo más destacable al final de cada ronda, moderando las entrevistas y las ruedas de prensa. Es natural que la opinión pública quiera estar informada, pero ha de comprender que las partes han de darse un margen de maniobra para solucionar sus desacuerdos, que en ningún caso deben ventilarse a diario.
Una segunda recomendación es que las FARC y el Gobierno traten lo antes posible el tema del cese al fuego, sin dejarlo para el final. Una tregua crearía un ambiente mucho más propicio para generar confianza entre las partes, y aliviaría el sufrimiento de la población civil que siempre se ve afectada por las hostilidades. En este aspecto hay que advertir que un alto el fuego con las FARC debería serlo también con el ELN, pues de lo contrario las Fuerzas Armadas adelantarían operativos contra el ELN que afectarían a las FARC. Así, pues, y esta es mi tercera recomendación, habría que hacer todo lo posible para que la oferta del presidente Santos de abrir un diálogo con el ELN y las declaraciones de“Gabino” favorables en este sentido, sean una realidad a corto plazo, en una mesa separada, con agenda propia, y a ser posible en Cuba, que es el país que ha acogido a anteriores negociaciones con los elenos.
La cuarta recomendación es sobre el tiempo. Ni demasiado corto ni demasiado largo. Lo justo. Un año quizás, siempre dentro del plazo del primer mandato presidencial, que ha de terminar con la satisfacción de haber logrado un acuerdo de paz con la insurgencia.
La quinta recomendación es la de pedir moderación a los sectores sociales y populares en cuanto a su participación. Se habla mucho de “meterle pueblo al asunto”, con el riesgo de “caguanizar” el modelo y convertirlo en un teatro de vanidades. Es mejor dejar que la insurgencia y el Gobierno traten a solas la negociación, con la facilitación de Noruega, que tiene experiencia en estos menesteres. La sociedad civil puede reunirse y lanzar propuestas, pero no entrometerse en la mesa de negociación.
La sexta recomendación es la de que Noruega actúe, no sólo como garante, sino como país facilitador. Tiene experiencia, ha estado como observadora en la fase exploratoria, y puede ayudar a la buena marcha de las negociaciones.
La última recomendación es la de pedir comprensión ante la demanda de la insurgencia de no pagar cárcel por la dejación de las armas. Así ha sido en todos los procesos de paz que han existido en el mundo, y Colombia no podrá ser una excepción. Es un aspecto que requerirá magnanimidad e imaginación, pero sobre la base de un total realismo aplicado a un momento tan excepcional como es el logro de la paz.
Lo primero que debe decirse del actual proceso de paz con las FARC es que ha empezado bien. La larga fase de exploración en Venezuela y La Habana ha sido necesaria y se ha mantenido con la discreción necesaria para que no hubiera interferencias. Es de aplaudir el esfuerzo del Gobierno y de las FARC por mantener el secreto en esta etapa, y es de desear que a partir de ahora sepan manejar con cuidado el nivel de confidencialidad. Mi primer consejo es que en los próximos encuentros de La Habana las partes no se vean obligadas a dar explicaciones diarias de cuanto sucede, y se limiten a explicar en un comunicado conjunto lo más destacable al final de cada ronda, moderando las entrevistas y las ruedas de prensa. Es natural que la opinión pública quiera estar informada, pero ha de comprender que las partes han de darse un margen de maniobra para solucionar sus desacuerdos, que en ningún caso deben ventilarse a diario.
Una segunda recomendación es que las FARC y el Gobierno traten lo antes posible el tema del cese al fuego, sin dejarlo para el final. Una tregua crearía un ambiente mucho más propicio para generar confianza entre las partes, y aliviaría el sufrimiento de la población civil que siempre se ve afectada por las hostilidades. En este aspecto hay que advertir que un alto el fuego con las FARC debería serlo también con el ELN, pues de lo contrario las Fuerzas Armadas adelantarían operativos contra el ELN que afectarían a las FARC. Así, pues, y esta es mi tercera recomendación, habría que hacer todo lo posible para que la oferta del presidente Santos de abrir un diálogo con el ELN y las declaraciones de“Gabino” favorables en este sentido, sean una realidad a corto plazo, en una mesa separada, con agenda propia, y a ser posible en Cuba, que es el país que ha acogido a anteriores negociaciones con los elenos.
La cuarta recomendación es sobre el tiempo. Ni demasiado corto ni demasiado largo. Lo justo. Un año quizás, siempre dentro del plazo del primer mandato presidencial, que ha de terminar con la satisfacción de haber logrado un acuerdo de paz con la insurgencia.
La quinta recomendación es la de pedir moderación a los sectores sociales y populares en cuanto a su participación. Se habla mucho de “meterle pueblo al asunto”, con el riesgo de “caguanizar” el modelo y convertirlo en un teatro de vanidades. Es mejor dejar que la insurgencia y el Gobierno traten a solas la negociación, con la facilitación de Noruega, que tiene experiencia en estos menesteres. La sociedad civil puede reunirse y lanzar propuestas, pero no entrometerse en la mesa de negociación.
La sexta recomendación es la de que Noruega actúe, no sólo como garante, sino como país facilitador. Tiene experiencia, ha estado como observadora en la fase exploratoria, y puede ayudar a la buena marcha de las negociaciones.
La última recomendación es la de pedir comprensión ante la demanda de la insurgencia de no pagar cárcel por la dejación de las armas. Así ha sido en todos los procesos de paz que han existido en el mundo, y Colombia no podrá ser una excepción. Es un aspecto que requerirá magnanimidad e imaginación, pero sobre la base de un total realismo aplicado a un momento tan excepcional como es el logro de la paz.