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Sobre mis intentos de ser capaz.

Vicenç Fisas, Director de la Escola de Cultura de Pau, Universitat Autònoma de Barcelona.
Publicado en el Boletín de la Agencia Combiana de Reintegración

Tengo 61 años, y me dedico a la paz desde los 18 años. Durante todo ese largo recorrido he combinado siempre mi faceta de investigador con la de activista. Como investigador he publicado unos 30 libros sobre desarme, investigación sobre la paz, alternativas de defensa y cultura de paz. En los últimos ocho años vengo publicando un Anuario sobre Procesos de Paz, el único existente en el mundo, que hace un seguimiento de todas las negociaciones en conflictos armados o que fueron armados en el pasado. Este anuario y otros materiales están colgados en nuestra web (http://escolapau.uab.cat).

En 1999 fundé la Escuela de Cultura de Paz en la Universidad Autónoma de Barcelona. La crisis económica de los últimos años nos ha pegado muy duro, y nos ha obligado a reducir el personal a la tercera parte, y cerrar varios proyectos por falta de financiación. Lamentablemente, dedicamos lo que sea necesario para hacer la guerra, pero no se apoya el trabajo de investigación para la paz. En estos momentos tenemos tres programas; el de análisis de conflictos y construcción de paz, el de procesos de paz, y el de educación para la paz. Hacemos docencia, con cursos y una diplomatura de postgrado sobre Cultura de Paz, en la que siempre hemos tenido una buena presencia colombiana.

Durante 12 años, hemos tenido un programa sobre Colombia, que ha sido muy activo en el apoyo de todas las iniciativas de paz, vinieran de donde vinieran. Durante varios años he venido a presentar en Colombia una edición especial para Colombia de mi Anuario de Procesos de Paz, con el apoyo del PNUD. Ha sido siempre una oportunidad que he tenido para lanzar mensajes de ánimo, especialmente en los años en que la gente no estaba motivada ni creía que un día viniera la paz en Colombia.

Pero el tiempo me ha dado la razón, y ahora vivimos atentos al desarrollo de las negociaciones del Gobierno con las FARC, en Cuba. Lo que parecía imposible es una realidad. Además, creo que más pronto que tarde se abrirá un proceso con el ELN, con lo que en un tiempo razonable podríamos cerrar el conflicto armado. Cuando eso ocurra, vendrá el momento de construir la paz, es decir, de poner en marcha los compromisos adquiridos por todas las partes. Es la etapa del postconflicto, que yo prefiero llamar etapa post-violencia armada. Con los acuerdos de paz se sientan las bases para un trabajo colectivo de construcción de la paz, en lo político, lo económico y lo social. También en lo militar, pues habrá que reducir sustancialmente el presupuesto y los efectivos militares.

Mi primer viaje a Colombia fue en 1996, invitado por Vera Grabe (ex dirigente del M-19), para asistir a un coloquio con ex guerrilleros y militares. La experiencia de ver conversar a personas que pocos años antes se mataban entre sí, me dejó muy marcado en cuanto a las posibilidades de la reconciliación. Vi que era posible. Por este motivo, en el momento actual miro con optimismo el futuro de Colombia, porque veo en el horizonte a una insurgencia preparándose para la vida civil y política. En la última década me he dedicado preferentemente a seguir todos los procesos de paz que se han hecho en el mundo, donde han intervenido guerrillas, fuerzas de seguridad del Estado, paramilitares, milicias y otras variedades de grupos armados. Algunos conflictos han durado décadas, y otros menos tiempo, pero la inmensa mayoría terminan en una mesa de negociación. Sólo un 8’7% de los conflictos armados de los últimos treinta años han terminado con una victoria militar. La inmensa mayoría, por tanto, abren conversaciones y ponen un marcha un proceso de paz. Vivimos en una época en la que predomina la cultura de la negociación. Desde la Escuela de Cultura de Paz hemos llevado a cabo muchas iniciativas para ayudar a crear las condiciones óptimas para empezar negociaciones en varios puntos del planeta, aunque Colombia siempre ha sido para nosotros el conflicto con el que nos hemos comprometido más.

Una de las experiencias más ricas de la Escuela, ha sido tener durante varios años a tres ex comandantes guerrilleros (de las FARC, del ELN y de la CRS) que, al salir de prisión dos de ellos, tras 10 años de encarcelamiento, decidieron dejar las armas y luchar por sus ideales desde la civilidad. Los acogimos convencidos de que podríamos ayudar a formarlos, y lo conseguimos. Esta experiencia, más el hecho de que durante unos años tuviéramos un programa sobre desarme y DDR, elaborando tres anuarios sobre las experiencias de desmovilización y reintegración que habían en el mundo, nos dio la oportunidad de ayudar a varios países en este tema. El primer anuario lo publicamos en 1996, cuando en el mundo había más de un millón de personas en la fase de reintegración. Un desafío impresionante. Hoy hay menos experiencias internacionales, pero podemos guiarnos por los aciertos y errores cometidos anteriormente en varios lugares del planeta. Es más, a un año vista, debemos pensar en una posible desmovilización de la guerrilla colombiana. Tenemos que prepararnos para este momento, con magnaminidad y flexibilidad, y con la vista puesta en la reconciliación. Para ello, tanto el Estado como la insurgencia habrán de pedir perdón por sus excesos. En ningún proceso de paz de los últimos treinta años, se ha enviado a prisión a los ex combatientes que han firmado un acuerdo de paz. Esa es la realidad. A cambio del perdón, tiene que desvelarse toda la verdad, un acto que los familiares de las víctimas necesitan con urgencia. Sin reconciliación no hay paz. Por tanto, afrontemos ese desafío desde ahora mismo, con tiempo, y con el convencimiento de que con esa actitud abriremos el camino para una Colombia más justa y próspera.

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El día después tras un acuerdo de paz.

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